Más de 200 piezas arqueológicas halladas en Afganistán y que arqueólogos e historiadores creían perdidas en los avatares de los recientes conflictos del país son expuestas a partir de hoy en el parisiense Museo Guimet, tras el trabajo de dos años de restauración que siguió a su redescubrimiento en 2004.
La muestra 'Afganistán, los tesoros reencontrados', que estará abierta al público hasta el 30 de abril próximo, narra dos historias paralelas.Por un lado, la de una región de Asia central, un importante cruce de caminos, que dejó una rica huella arqueológica con testimonios que van desde el año 2000 antes de Cristo hasta el siglo III de nuestra era.
Por el otro, las peripecias que han permitido que estas joyas hayan llegado hasta nuestros días pese a las turbulencias que ha sufrido Afganistán en las últimas décadas.Las piezas que se exponen en el museo Guimet, algunas por primera vez, son una somera selección de los 22.000 objetos que albergan los fondos del museo nacional de Kabul.
En 1989, cuando los soviéticos se retiran del país, el régimen de Kabul escondió las joyas en cajas fuertes del banco central, cerradas con siete llaves que portaban otras tantas personas diferentes, siguiendo una estricta tradición afgana.Tanta seguridad dio sus frutos cuando los talibanes se alzaron con el poder e intentaron, sin éxito, acceder al contenido de las cajas, que resistieron incluso la potencia de la dinamita.
Acabada la novela sobre su hallazgo, el espectador podrá sumergirse en las huellas dejadas en esta región del mundo el paso de algunos de los imperios más poderosos de la historia, desde Mesopotamia hasta la India, desde China hasta Grecia o los pueblos de las estepas asiáticas.Los tesoros expuestos proceden de los sitios arqueológicos de Fullol, Ai-Khanoum, Tillia-Tepe y Begram, referentes de diferentes épocas de la historia.
De la época bactriana, en el tercer milenio antes de Cristo, son los restos de Fullol, al norte del país, apenas unos cuantos recipientes de oro decorados con toros barbudos mesopotámicos, serpientes y jabalíes característicos de las estepas asiáticas o motivos geométricos de inspiración india que prueban que la zona fue, ya en una época tan temprana, un carrusel de culturas.
El visitante dará un salto hasta el siglo IV antes de nuestra era al presenciar los restos del yacimiento de Ai-Khanoum, cerca de la frontera con Tayikistán, donde la leyenda pretende que Alejandro Magno desposó a Roxana.
La influencia helenística de las piezas de esta época, evidencia de que los griegos extendieron sus tentáculos hasta esa región del mundo, se nota en las estatuas de dioses del Olimpo, en capiteles corintios o en grabados con máximas surgidas en Delfos.Cuando en 1978 los arqueólogos descubrieron Tilia-Tepe, al norte del país, no tardaron en bautizarlo como 'la montaña del oro', tal era la cantidad de piezas de ese metal que encontraron en cinco tumbas de mujeres y una de un hombre halladas en una ciudadela de la edad de hierro, datada en el siglo I antes de Cristo.
Una muestra de las más de 21.000 piezas encontradas es expuesta al público por primera vez en esta exhibición, que testimonia de la riqueza del sitio, comparada con la de la tumba de Tutankamón.Las influencias, de nuevo, son múltiples, desde una moneda del emperador romano Tiberio hasta motivos chinos o indios, pasando por los primeros restos de decoración budista en la zona, prueba de que la región siguió siendo escenario de intercambios.
El visitante que aún albergue dudas podrá comprobarlo en la última sala, la que recoge los restos del siglo I de nuestra era encontrados en Begram, cerca de Kabul, conocida como 'la Alejandría del Cáucaso'.Además de revelar una ciudad casi intacta, las excavaciones sacaron a la luz piezas mediterráneas, chinas e indias, testigos del creciente comercio de caravanas entre Oriente y Occidente que, una vez más, dejó su huella en Afganistán.
Fuente: Terra Actualidad.
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