Ivan M. García, Barcelona
En nuestro fondo marino descansan pecios griegos, romanos y galeones españoles con oro y plata de las Indias. Los
'cazatesoros' son su mayor peligro. A la vez que desvalijan el cargamento de los buques, destrozan gran parte de su casco.
La arqueología submarina y los museos son la solución.
Ánforas griegas, birremes romanos, naves árabes y galeones de Indias cargados de oro y plata, de casco maltrecho por temporales o ataques pirata, permanecen hundidos en aguas españolas. Cataluña, Baleares y la costa atlántica del sur del país, entre Huelva y Tarifa, son los principales yacimientos de arqueología submarina.
El Atlántico español alberga unos 800 galeones del siglo XVI localizados, 250 a menos de 40 metros de profundidad. Pero puede haber miles. La inexistencia de cartas náuticas donde se detallen los naufragios y la dejadez con la que hasta ahora se ha tratado la arqueología submarina en aras de la terrestre, provoca que se desconozca el número exacto de embarcaciones hundidas en España.
La falta de conciencia sobre el patrimonio histórico sumergido ha dejado a los pecios y a su cargamento a merced de los 'cazatesoros'. "Están equipados con la mejor tecnología. Vestidos de turista y con un par de chicas guapas en cubierta, fondean sobre el barco y en un santiamén se hacen con la carga sin preocuparse por el pecio, que termina destrozado. Ese es el verdadero problema ", dice Gonzalo Millán del Pozo, director del Proyecto Poseidón.
La iniciativa está desarrollando un sistema de vigilancia consistente en una boya situada sobre el barco que detecta la proximidad de cualquier embarcación, transmitiendo la posición de ésta a los guardacostas. Para no ser detectada, la boya se sumerge hasta el fondo cuando se acerca algún buque.
Por otro lado, la empresa de arqueología subacuática Nerea, afincada en Málaga, ultima con la compañía Decasat y la Universidad de la ciudad andaluza, el sistema Diansat de vigilancia de pecios a través de satélite. "Es una de las soluciones; pero no la única. Es necesario que el ciudadano se conciencie y que se abran más museos marítimos para gestionar los barcos hundidos. Y sobre todo, hace falta financiación para la formación de arqueólogos subacuáticos. En España, apenas hay", señala Javier Noriega, uno de los arqueólogos de Nerea.
Es en este punto dónde se abre otro debate. ¿Se deben extraer los pecios? Hay quien opina que no, debido al elevado coste económico. Aducen también que la madera de los barcos terminaría por deshacerse al entrar en contacto con el oxígeno.
En el otro extremo, se ubica el director del Centro de Arqueología Subacuática de Catalunya (CASC), Xavier Nieto.
"Son imprescindibles más museos marítimos. Aunque no hay que extraer todos los pecios. Sería una locura. Sólo los más significativos y las piezas más valiosas", señala.
Los 'cazatesoros'
Lejos de la figura de aventureros a la que la literatura nos tiene acostumbrados, son el mayor peligro para los pecios. El arqueólogo de Nerea, Javier Noriega, los divide en los ocasionales, "cogen parte de la carga y destrozan la superficie del barco"; los veteranos, que venden las piezas a coleccionistas, y las grandes empresas anglosajonas.
El 'Santísima Trinidad'
El pecio más emblemático hundido en la costa sur es el del navío de línea Santísima Trinidad. Fue el buque insignia de la armada española en la Batalla de Trafalgar (Cádiz) , el 21 de octubre de 1805. Cinco horas de duro combate en el que murieron más de 5.000 hombres, embarcados en 60 navíos españoles, franceses e ingleses. La batalla supuso el fin de la hegemonía hispano-francesa en alta mar y el inicio de la era de la Royal Navy inglesa. Sin embargo, ésta perdió en la contienda al mejor marino que ha tenido nunca, el Almirante Nelson.
El Santísima Trinidad fue, con cuatro puentes y 140 cañones, el mayor buque de guerra de su era. Su eslora medía 63,36 metros y su manga 16,67. Se hundió tras la batalla, durante una tormenta tras ser apresado por la flota inglesa.
La legislación
Las leyes internacionales que rigen la gestión de pecios hundidos varían si son barcos de propiedad pública o privada. En el primero de los casos, -en el que estarían incluidos los galeones de Indias y los barcos militares- el buque es propiedad del mismo país que de bandera al buque, independientemente del lugar donde esté hundido. En España, el cargamento pertenece al Gobierno, mientras que el pecio queda bajo protección de la comunidad autónoma. Si el barco hundido ha sido propiedad privada, se pone en práctica el derecho del hallador. A través de éste, el valor del barco se reparte entre el Estado donde está hundido y quien lo ha encontrado. Nerea / Proyecto poseidón.
Fuente: Diario ADN
No hay comentarios:
Publicar un comentario