En plena Alcarria, en los lindes de Madrid con Guadalajara, se yergue el municipio de Santorcaz. En esta villa medieval, cercana a Alcalá de Henares, la Comunidad de Madrid empezó a excavar en 2001 sobre una colina dorada de más de ocho hectáreas a la que llaman Llano de la Horca. Un yacimiento carpetano que el Gobierno regional quiere convertir en parque arqueológico, visitable. Sueño histórico que Madrid no alcanzará antes de cinco años, duración mínima de las excavaciones.
Peones, restauradores y especialistas en Arqueología trabajan bajo un sol de justicia desde el pasado 16 de agosto -inicio de la sexta campaña cuyo presupuesto es de 132.000 euros- para desempolvar y sacar a la luz los vestigios de una civilización prerromana que habitó la zona en las postrimerías de la edad del Hierro, entre los siglos III y I antes de Cristo. Un paisaje en el que ya se leen las calles, casas y hábitos de sus moradores: los misteriosos carpetanos, primeros habitantes (de nombre conocido) de la región madrileña.
Los restos hallados, gracias a la participación conjunta del Museo Arqueológico Regional y la Universidad Complutense, hablan de un pueblo sedentario, eminentemente agrícola y con notables conocimientos urbanísticos: en una de las más de veinte catas se vislumbra ya un trazado viario y unos muros que han conservado a ras de suelo su disposición durante 22 siglos. Si la región, como recordó ayer Gonzalo Ruiz, codirector del yacimiento, sufría un déficit arqueológico importante, con el trabajo en este yacimiento, Madrid recupera el tiempo perdido.
Llano de la Horca engrosó el mapa arqueológico en 1985. En 1990, una catedrática de la Universidad Complutense confirmó su riqueza histórica. Pero su excavación no empezó hasta 2001, después de que la Comunidad adquiriera las 8,5 hectáreas que componen la superficie de la colina. Una compra, la primera del Gobierno regional desde que asumiera las competencias en Arqueología en 1983, que puso la primera piedra en la reconstrucción del pasado madrileño.
Con los 1.600 metros cuadrados estudiados, los expertos aciertan ya a tejer el relato del enclave: una aldea de casas espaciosas con calles empedradas y algunas avenidas lisas; que comerciaba, araba y luchaba; y que construía y deconstruía sus casas. Una historia que surge del descubrimiento de monedas de bronce, fragmentos de vasijas de barro rojizo, puntas de flecha, cuchillos, restos de vasos y jarras. Si en 2001 los expertos apuntaban a un periodo de ocupación entre los siglos IV y II antes de Cristo, la trama urbana y el sistema del carbono 14, que permite averiguar la datación de los fragmentos, dejan claro que los carpetanos habitaron en el lugar entre los siglos III y I antes de Cristo.
La anatomía y la organización interna de este poblado surgen al fin en el sector central excavado: hileras de muros no muy gruesos (de unos 40 centímetros) y de no más de medio metro de altura, dispuestos a modo de zócalos sobre los que, según los especialistas, se alzaban paredes de adobe cubiertas por techumbres de barro y ramas.
"Como los criminólogos, los arqueólogos necesitamos tiempo para reconstruir los escenarios, para imaginar qué pasó, cómo vivían las antiguas civilizaciones y cuáles eran sus hábitos", opinó Gonzalo Ruiz. Sin tiempo, como los criminólogos, los especialistas pueden cometer errores. El Llano de la Horca tiene el dudoso privilegio de ser la única excavación "sistemática" en la Comunidad: en yacimientos como el del cerro de la Gavia, en el distrito de Vallecas, o el Arroyo Culebro, en Leganés, las excavaciones se han hecho "de urgencia" para salvar vestigios de obras.
El 1 de septiembre 25 estudiantes de Arqueología se unirán durante un mes a las labores entre las hileras empedradas de una cata que esconde los secretos de los carpetanos.
Fuente: El Pais
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