12 agosto 2006

El espíritu de diálogo y paz de 'Viriato rey' pervive en el Teatro Romano de Mérida.

Mérida.- Roma y sus malas artes doblegaron de nuevo a Viriato en Mérida, pero no lograron aplacar el ansia de tregua, diálogo y paz del héroe lusitano que consiguió dejar una estela de esperanza en la condición humana, pese a las marchas triunfales de los vencedores.

Tragedia con mensaje final, la coproducción hispanolusa 'Viriato rey' se estrenó el jueves con éxito en el Teatro Romano, donde el texto del portugués Joao Osorio de Castro desentrañó la lucha del hombre, del pastor-guerrillero que duda si combatir a los poderosos o buscar la paz para su pueblo.

Viriato (José Vicente Moirón) optó por la paz, pero la traición del ser humano, embaucado por puestos de dirección en las milicias, medio millón de sestercios en monedas de plata y herraduras de platino con diamantes engarzadas en ámbar, llevó finalmente al hombre a la muerte y al poder imperial a la victoria.

Nunca es posible la paz, mientras suenen las marchas triunfales de los vencedores, concluyen al final las 13 mujeres de luto que componen el coro trágico del drama dirigido por Joao Mota y que envuelven de actualidad los versos de Osorio de Castro.

La duda pervive 22 siglos después en un enrevesado mundo que anhela que los poderosos no protagonicen más marchas triunfales para lograr la paz y la libertad, pero que se pregunta cuál es el camino a seguir para conseguirla: ¿la guerra o el diálogo?.

'Viriato rey' es, sin duda, una apuesta por la palabra frente a las armas, por la negociación constante frente a la lucha, aunque esa negociación lleve implícita la ingenuidad de quien actúa con sinceridad, confía decididamente en las bondades del hombre y, una y otra vez, tropieza con los innumerables instrumentos que emplean los grandes para conservar su poder.

El mito ibérico.

El extremeño José Vicente Moirón asume esa misión de hombre normal, sencillo, sincero e ingenuo, en la que le acompaña la actriz lusa Ana Lucía Palminha en el papel de Artimio, una niña que no crece como mujer, sino como guerrero, y que se convierte en el fiel brazo derecho del valiente pastor, de quien se enamora en secreto y con una entrega tal que sólo vive para salvarle.

"Por ti daría la vida mil veces", le dice Artimio a un Viriato terriblemente herido en cuerpo y mente por el dolor de la infidelidad, en una bella y al mismo tiempo desgarradora escena, en la que el guerrero-mujer acaba llevando sobre sus hombros al rey lusitano.

Amores, pasiones, traiciones, engaños, rumores, falsas promesas de paz y un conjunto enorme de teatralidad encierra este regreso a los clásicos que constituye 'Viriato rey', cuyo diseño escénico cuenta con la aportación del portugués José Manuel Castanheira, que se apoya en la simplicidad gestual y la poética de lo primitivo, lo tribal y lo profano para resaltar el esplendor de las ruinas del Teatro Romano.

Los efectos especiales de Reyes Abades, los pequeños guiños de modernidad introducidos por Joao Mota en el vestuario de los 45 actores españoles y portugueses que forman el elenco, el coro de la tragedia clásica y los músicos presentes continuamente en la escena confieren al espectáculo esa mezcla entre lo antiguo y lo actual que Joao Osorio de Castro siempre quiso para su creación más preciada y por la que más ha luchado.

Diez años le ha costado al dramaturgo llevar su 'Viriato rey' a Mérida, donde consiguió crear un lenguaje común en torno al único mito que comparten España y Portugal, el mito ibérico, como resaltó tras la representación el secretario de Estado portugués Mario Vieira de Carvalho, que encabezó una amplia delegación de responsables políticos de su país.

Con 'Viriato rey', que se representa hasta el próximo 15 agosto en la capital extremeña y que el 26 de agosto estará en el Festival de Teatro Castillo de Niebla, se clausura la LII edición del certamen extremeño, que comenzó el 6 de junio con 'Calipso' y que ha contado con la presencia, entre otros, de Mario Vargas Llosa, Aitana Sánchez Gijón, Nacho Duato, Esperanza Roy, Miguel Molina y Francisco Valladares.

Fuente: El Mundo.

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