Según una obra que conmociona la arqueología italiana, no todo son mitos en la fundación de la ciudad eterna.
“Sedme ahora testigos, ¡oh sol y oh tierra de Italia, que invoco y por la que tantos afanes he arrostrado! Y tú, ¡oh Padre omnipotente, y oh Juno, hija de Saturno, diosa a quien ruego que me seas menos adversa! Y tú, ¡oh, ínclito Marte, que riges con tu numen todas las guerras! (...) si la victoria se declarase a favor de nuestras armas (...) no mandaré a los Ítalos que obedezcan a los Teucros, ni reinaré sobre ellos; regidas por las mismas leyes ambas invictas naciones, se unirán en eterna alianza. Yo daré a Italia nuestro culto y nuestros dioses; mi suegro Latino conservará sus armas y su imperio, y los Teucros me edificarán una ciudad, a la cual dará Lavinia su nombre”.
Así intuye el padre Eneas la fundación de Roma en el último capítulo de la Eneida, de Virgilio. Un hermoso mito, que podría tener un fondo de realidad, según un reciente libro de Andrea Carandini, profesor de Arqueología Clásica en la Universidad La Sapienza de Roma, que suscita la polémica, pues mantiene, apoyándose en las últimas excavaciones realizadas en Roma, que no toda la tradición legendaria fue fruto de la imaginación y que parte de ella puede tener una base histórica, confirmada por la arqueología.
Los romanos cultivaron una serie de mitos y tradiciones fundacionales, que arrancan de muy antiguo y que se configuraron definitivamente, bajo la forma de una versión canónica de la historia más antigua de Roma. Ésta tiene dos partes bien diferenciadas: en la primera se agrupan todas las tradiciones legendarias referentes al pasado mítico del Lacio y a la fundación de Roma; la segunda, mucho más rígida, incluye la tradición histórica sobre los reyes de Roma, mantenida a partir de Fabio Pictor, uno de los más antiguos historiadores latinos (siglo III a.C.).
A la vez que Roma se convertía en una potencia itálica, surgió una serie de mitos que trataban de dar una respuesta a la formación de la ciudad. Mitos, en plural, pues a lo largo de los siglos, mientras se formó esta tradición, a la vez que se planteaban problemas que la ponían en evidencia, se creaban nuevas narraciones, lo que, frecuentemente, provocaba que los nuevos relatos contradijeran los antiguos, agravando aún más el problema en lugar de solucionarlo.
José Mª Blázquez, de la Real Academia de la Historia, y Javier Cabrero, profesor de Historia Antigua de la UNED, presentan en este número los fundamentos arqueológicos en que se basan las revolucionarias hipótesis del profesor Carandini.
Fuente: La Aventura de la Historia
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