«Altamira es como un enfermo que está permanentemente cuidado», aseguró el director del Museo de Altamira, José Antonio Lasheras, quien prevé la reapertura al público de la famosa cueva de pinturas rupestres en 2009.
Para entonces habrán finalizado las investigaciones que va a emprender el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que va a tener ocupado a este organismo durante los próximos treinta meses.
Unos trabajos que permitirán que la cueva vuelva a estar abierta de manera similar a como lo estuvo entre 1982 y 2002. Así, todo el que quiera visitarla podrá intentarlo apuntándose a una lista de espera. «El único límite será cuantitativo», aseguró el director.
La Neocueva será la encargada de ofrecer a los visitantes otra forma de conocer esta catedral de la prehistoria con su recreación de cómo era la caverna «en el momento en que la utilizaban grupos de personas para vivir y expresarse artísticamente hace más de quince mil años». Para José Antonio Lasheras, la cueva original «ofrece la emoción de enfrentarse a la obra creada hace milenios», mientras que la reproducción de 800 metros cuadrados e integrada dentro del Museo de Altamira aporta «el conocimiento».
Nuevas investigaciones
El director de Altamira no desveló los datos de las investigaciones realizadas hasta la fecha. «Hay conclusiones parciales pero, como en todo trabajo científico, hasta que no se acabe no se obtienen resultados». José Antonio Lasheras defiende su mutismo debido a la fase inicial de los estudios, aunque asegura que en cuanto acaben los trabajos «lo primero que haremos será facilitar la información». El proyecto de colaboración con el CSIC, dirigido por un geólogo madrileño, durará hasta buena parte del 2009, sólo entonces será tiempo de conclusiones.
Durante algo más de dos años se analizará la temperatura y humedad del aire y la roca, la composición del agua infiltrada por la lluvia y el comportamiento de hongos y bacterias en relación a las pinturas. Un tiempo justificado por «un grado muy exhaustivo» de rigor y precisión, debido a la importancia de Altamira, calificada por sus principales investigadores como la obra maestra del primer arte de la humanidad.
Fragilidad
Cerrada desde 2002, la cueva de Altamira es un lugar inestable por su propia antigüedad geológica. «Estas pinturas rupestres podrían parecer un arte eterno, puesto que han durado más de veinte mil años hasta llegar a nuestros días, pero esto no significa que no sea un arte frágil».
El problema es que las pinturas están hechas con ocre disuelto en agua, un mineral que contiene una sencilla composición a base de óxido de hierro y carbono. Los dibujos se han conservado todo este tiempo por las condiciones favorables que tenía la cueva, pero tras su descubrimiento estas circunstancias cambian y a finales de los setenta la cueva comienza a ser visitada masivamente por unas 170.000 personas al año.
Cinco años después, los estudios evalúan cuál es la situación actual de la cueva y tratan de averiguar el mejor modo de preservarla. La temperatura es uno de los principales problemas para su reapertura. «Un exceso de condensación de agua disolvería las pinturas, y un exceso de sequedad provocaría que esos pigmentos, que son sólo agua, barro y carbón, terminarían desprendiéndose», dijo Lasheras.
Otro problema añadido es que, desde su descubrimiento en 1875, hasta nuestros días, ha habido seis derrumbes dentro de la cueva que han hecho peligrar la fragilidad de los famosos bisontes policromos. Para cuidar de éstos y el resto de riqueza arqueológica se creó el museo en 1979, cuya principal responsabilidad es garantizar su conservación e investigar el arte rupestre y la prehistoria.
Fuente: Diario de León
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