04 julio 2007

Adelantándose a Colón













Una expedición hará el viaje transoceánico en un barco de juncos para demostrar que el comercio prehispánico en el Atlántico era posible.

Mercedes Gallego. NY.

Decir que los españoles descubrieron América resulta una obviedad, pero cuando apunta a esta posibilidad José Valamana no está pensando en Colón, sino en los hombres de las cavernas. Concretamente en los que habitaron las cuevas de El Castillo hace 14.000 años. En los dibujos que contienen algunos arqueólogos creen ver la representación de las corrientes marinas e incluso barcos de vela.

Pero tal vez no fueron los españoles los primeros en hacer la travesía de ida y vuelta, sino los propios indios prehispánicos. Algunos creen que las hojas de tabaco y cocaína que se han encontrado en las pirámides egipcias demuestran la existencia de un comercio oceánico que hasta ahora se pensaba imposible por las dificultades de navegación, pero la expedición del arqueólogo alemán Dominique Gorlitz planea hacer justicia a la historia al repetir la travesía en un barco de juncos propio de la edad de piedra.

El casco del buque ha sido fabricado en Bolivia y transportado en avión hasta New Jersey por DHL, uno de los patrocinadores. Ahí se han terminado de construir las cabañas donde vivirán tirados en colchonetas durante los tres meses que dure su aventura, a partir del día 11.

Su reconstrucción ha sido posible gracias a los 15 años que ha pasado estudiando dibujos prehistóricos encontrados en el Alto Egipto, donde acabó por comprender que las rayas laterales que veía en los barcos son, en realidad, paletas que les permitían navegar a través cuando los vientos no les eran favorables.

"En el mar lo que dicta la travesía son las corrientes", explica Valamas, uno de los dos hispanos que viajan en la expedición de 12 personas. Por eso llegar hasta las Azores no será difícil, lo malo dar la vuelta por Pontevedra y bajar a Cádiz, cuando disminuye la intensidad de las corrientes y los vientos se vuelven impredecibles. Luego, de Cádiz a Canarias, un soplo, porque "en Marruecos tiras cualquier cosa al mar y llega a América", sonríe. El peligro que más temen no son las tormentas "porque este barco es como un corcho, que lo hundes y vuelve a salir a flote", sino ser aplastados por un trasatlántico. "Somos chiquitillos, no nos ven", dice, ahora sin reírse.

A su favor contarán con algunos avances tecnológicos de los que no disponían los osados navegantes de la prehistoria, desde un sistema GPS a un teléfono satélite con el que pedir ayuda en caso de que ocurra lo peor y hasta un ordenador con el que actualizar el diario de a bordo del Abora III, bautizado en nombre de una divinidad canaria.

Fuente: El Heraldo

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