Foto: Luz Moreno |
Se trata de más de mil objetos prehispánicos y huesos de mamut que han sido encontrados a partir de junio de 1981 en la Media Luna, el manantial más reconocido en la zona media de San Luis Potosí.
Los habitantes de Río Verde y Ciudad Fernández, así como microempresarios involucrados en el ramo del turismo reclaman la explotación exclusiva por parte de la familia Martínez Ramírez.
“Cuando alguien se encuentra un diamante y no tiene dueño ni nadie que lo reclame, ese alguien se vuelve el propietario”, dice Saúl Martínez Ramírez y argumenta que su padre, Juvencio Martínez Flores y un club de buceo que él mismo dirige y en el que estaban sus hermanos Adrián y Osiel, han hallado la mayoría de las piezas en más de 25 años de búsqueda, el gran porcentaje entre 1981 y 1985.
Saúl presume un permiso de custodia para preservación y conservación arqueológica emitido y sellado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), instancia a la que le fue solicitada información sobre el caso desde la semana pasada, sin recibir hasta ahora respuesta. “Es un asunto muy delicado que estamos investigando”, dicen.
CHOQUE. Pero más allá de la autenticidad de los documentos y de las posturas oficiales, la colección se ha vuelto tema de discordia en la región. “Los ciudadanos estamos en desacuerdo en que una familia comercialice y se sienta dueña de lo que, según las normas arqueológicas, es patrimonio nacional. Ellos tienen palancas en el INAH y por eso se hacen de la vista gorda”, dice Francisco Pérez, empresario hotelero.
“Es lógico que al descubridor se le dé su mérito y se le mencione en las reseñas históricas del hallazgo, pero lo que no es válido es que tenga las piezas en sus instalaciones hoteleras, donde sólo sus clientes tienen acceso”, asegura Mirna Sánchez, promotora turística de Río Verde.
LA TRASTIENDA. Entre las piezas prehispánicas se encuentran vasijas de barro, puntas de flecha de obsidiana, estatuas, ollas, figurillas en forma humana y utensilios de cocina de la cultura Pame que datan del año 650 después de Cristo, además del cráneo de un mamut y otros huesos de hace más de 20 mil años.
De ahí el nombre utilizado por la familia Martínez, el Museo del Mamut. La Media Luna fue lugar de ofrendas para los indios que habitaban la zona, por lo que también se encontraron objetos que servían para este ritual.
El museo familiar está ubicado es un lugar estratégico para el comercio con huéspedes y visitantes, literalmente en una trastienda: un pequeño cubículo dentro del complejo hotelero al que sólo se tiene acceso tras cruzar la tienda, donde se ofrecen paquetes turísticos y se vende ropa deportiva, equipos de buceo y souvenirs.
“Solo entran los clientes o quienes ya conocen lo que ahí se exhibe, no el público en general, como debería ser. Y está en lugar clave para que la gente, antes o después de ver, compre. Tienen otras figuras guardadas y se dice que algunas las han vendido”, apunta Serafín González, cronista de la zona media sanluisina.
Crónica descubrió que en ese pequeño cuarto únicamente se muestran alrededor de 250 objetos; otras 800 piezas están resguardadas en otra propiedad de la familia, una casa localizada en la calle Porfirio Díaz, en las inmediaciones de Río Verde.
“Nadie tiene acceso a la bodega, solo los arqueólogos del INAH, ellos llevan todo el inventario”, excusó Saúl Martínez.
—¿Y cómo garantizan que en una bodega de familia se conserven los hallazgos.
—Los del INAH saben que les damos buen trato, los tenemos protegidos en cajas de madera y repisas. Además la preservación es casi natural, por las características del agua donde fueron encontradas. Si las tenemos ocultas es por cuestión de espacio, ya tenemos pensado construir un museo de sitio, pero con dinero de la familia.
—Ya hay un museo regional.
—Sí, algunas personas interesadas en la cultura nos pidieron la colección, pero mi padre no accedió, querían que se hiciera todo a su manera. Mi padre la descubrió casi toda, no se las iba a dar tan fácil.
—Hay personas que se oponen a un manejo familiar.
—Va por el lado de las envidias.
—¿Por qué no se abre al público?
—No hay una campaña de promoción fuera del hotel, pero pasa el que quiera.
—Hablamos de la colección más importante de arqueología subacuática, ¿por qué no la maneja el INAH?
—No les interesa, a lo mejor el dinero lo utilizan para otras cosas.
En sus negocios, la familia Martínez Ramírez ha acuñado una frase: “No seas mamut y visítanos”. Mientras el INAH investiga, los hallazgos de la Media Luna son ofrecidos en una gama de recreación que incluye entretenimiento en buceo, venta y renta de equipo acuático, hospedaje campestre y alimentos típicos de la región como tamborcitos con patitas de puerco.
La Media Luna, una belleza acuática
La Media Luna fue llamada así por su silueta exterior y la forma de sus cráteres. Geólogos de la Universidad de San Luis sostienen que hace muchos años existió en la región un gran lago que al pasar el tiempo y por cambios climáticos, disminuyó hasta quedar en una laguna que mide 300 metros de longitud por 60 metros de ancho y cuya profundidad va de 10 a 36 metros. Es considerado el primer sitio de arqueología subacuática en el país y fue incluso visitado, antes de su muerte, por Jacques Cousteau, fotógrafo y experto mundial en videofilmaciones submarinas.
Fuente: La Crónica
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