En invierno, el agua cubre todo y miles de aves acuáticas, como la garza real o el pato cuchara, pueblan el lugar. Pero en verano, la marisma de Hinojos, en el corazón del Parque Natural de Doñana, se convierte en un secarral. Un paseo por allí un día de agosto no excitaría la imaginación de ningún arqueólogo. Hay que alejarse bastante, y tomar imágenes a partir de 100 metros de altura. Es entonces cuando el estudioso se da cuenta de que las fotografías tomadas desde 1956 muestran siempre lo mismo en la parte sur de la marisma: extrañas formas circulares de distintos tamaños (hasta 200 metros de diámetro) y, sobre todo, figuras rectangulares (es casi imposible que la naturaleza forme líneas rectas) que pueden ser fruto de asentamientos humanos anteriores, tal vez, a la colonización del Imperio Romano de la península Ibérica.
Ya desde el siglo XVI, multitud de estudiosos han situado una gran ciudad de la civilización prerromana de Tartessos en los alrededores del actual Parque Natural de Doñana, aunque estas teorías han estado descartadas por el pensamiento predominante durante los últimos 60 años. Ahora, un grupo de investigadores del CSIC, la Fuhem y la Universidad de Huelva no se atreve a aventurar si Tartessos puede o no estar en Doñana, pero sí están convencidos de que el subsuelo de la marisma de Hinojos puede esconder restos arqueológicos. Las formas que se vislumbran en unas imágenes aéreas tomadas el verano pasado se suman a las fotografías anteriores. Además, las pruebas electromagnéticas les han confirmado que en el subsuelo hay algo más que arcilla, como se creía hasta ahora.
Los científicos alemanes W. Wickbolt, en 2003, y R. W. Kühne, en 2004, a partir de algunas imágenes de satélite en las que vieron esas extrañas formas circulares, se lanzaron a situar allí la ciudad de Tartessos, e incluso se atrevieron a decir que se correspondía con la mítica Atlántida descrita por Platón. Sin ir tan lejos, los investigadores españoles Sebastián Celestino y Juan Villarías Robles, ambos del CSIC, y Ángel León, historiador y profesor de secundaria de la Fundación Hogar del Empleado (Fuhem), que había puesto a Villarías en la pista de las imágenes aéreas, empezaron hace dos años a trabajar con el objetivo inicial de comprobar si hay allí restos de asentamientos humanos. Y hasta que reúnan más pruebas, no quieren empezar a lanzar teorías.
Pero de tratarse, como han sostenido los alemanes y tantos otros eruditos, de la gran ciudad tartésica por descubrir, significaría un enorme salto en un debate que aún mantiene divididos a los investigadores entre los que creen que aquella civilización prerromana, que existió entre los siglos X y VI antes de Cristo, tenía una marcada entidad propia, que era un híbrido con la cultura fenicia, apenas un apéndice de ésta o que, como algunos dicen, no existió como tal.
Ya se han encontrado en los alrededores de Doñana restos tartésicos, fenicios y romanos (véase el gráfico). Pero no se ha llegado a buscar dentro del parque porque la mayoría de los arqueólogos sigue trabajando con la premisa de que aquello siempre estuvo inundado. Esta teoría dice que durante cientos de años, desde después de la última glaciación, aquello era agua, del mar, al principio, y de un gran lago, después. Pero esta idea está siendo revisada por los geólogos desde hace más de una década, explica el profesor de la Universidad de Huelva Antonio Rodríguez, miembro también del equipo que investiga en Doñana.
Los resultados de las muestras del subsuelo tomadas el verano pasado les confirmaron lo que ya esperaban: "Donde tenía que haber sólo arcilla [procedente de la sedi-mentación normal de una zona permanentemente anegada por el agua], hay dos capas que pueden tener un metro de concentración de arena", explica Rodríguez. Esto quiere decir que se produjeron dos episodios violentos, probablemente tsunamis. Los resultados de la prueba que datará esos episodios aún no han llegado, pero trabajos anteriores han encontrado muy cerca evidencias de otros dos posibles tsunamis: el primero, sobre el año 1500 antes de Cristo; el otro, en el siglo II después de Cristo.
Así, uno de los tsunamis registrado en la marisma de Hinojos estaría entre esas dos fechas. "Esto cuadra perfectamente con la teoría de una ciudad prerromana borrada del mapa", añade Rodríguez, gran conocedor del parque no sólo por sus trabajos, sino porque creció allí (su padre fue uno de los guardas de Doñana y su abuelo trabajó en el coto). En definitiva, la revisión de la teoría y la de la formación de toda la costa andaluza indican que Doñana no estuvo siempre anegada por el agua, sino que se sucedieron en los últimos 7.000 años periodos de inundación con otros secos que permiten situar allí un asentamiento.
Las pruebas previas van respaldando la existencia de restos. El siguiente paso, que probablemente se dé este verano, es hacer un sondeo arqueológico (un agujero de 10 por 3 metros de lado y 7 de profundidad) para comprobar definitivamente si allí hay algo. El Parque de Doñana estableció este proceso de estudios previos, explica Fernando Hiraldo, director de la estación biológica. "Creo que el impacto ambiental en la zona sería pequeño, dado que se trata de un espacio reducido en unas marismas de 40.000 metros cuadrados. Aun así, siempre hay que tener mucho cuidado al tratarse de Doñana", un espacio de máxima protección ambiental, recuerda.
Sebastián Celestino, el investigador principal del proyecto, es uno de los grandes expertos españoles en Tartessos. Admite que es inevitable hablar de esta civilización al investigar en Doñana, aunque insiste en "no crear falsas expectativas". "Estamos convencidos de que allí puede haber restos de asentamientos, pero no sabemos de qué época". Aun así, "ya me parece muy importante empezar a comprobar si hay algo donde siempre se creyó que no lo había", añade.
Fuente: El País
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