Las excavaciones han sacado a la luz un gran número de materiales quirúrgicos y médicos. El «vicus» pudo crearse con militares que decidieron quedarse en la zona tras licenciarse.
La zona de Puente Castro donde se asienta el cementerio y la carretera que desemboca en él esconde un vicus (ciudad romana) que debió acoger -emtre el siglo I y el III d.C- alrededor de dos mil habitantes. El camposanto ocuparía parte de este núcelo urbano, que afectaría a un total de cinco hectáreas.
Esta ciudad estaba situada en una de las zonas estratégicas para el imperio y debió de prolongar su vida a lo largo de dos siglos. Los arqueólogos consultados destacan que el vicus pudo crearse por la llegada a esta zona de militares de la Legio VII que, al licenciarse, decidieron quedarse en la zona y recibió con toda probabilidad el nombre de Ad Legionem VII Geminan, al encontrarse en una de las vías del Itinerario de Antonino.
A este lugar se accedería desde el campamento a través de lo que hoy es la superficie ocupada por la Lastra y habría sido un lugar estratégico en la ruta del conocido como Itinerario Antonino, a diferencia del campamento de la Legio VII, que se encontraría algo desviado de las vías mencionadas.
No obstante, otra de las teorías defiende la posibilidad de que este yacimiento es en realidad parte de la cannaba del campamento, que se encontraría a tres millas de la Legio VII.
Durante las excavaciones se descubrieron al menos cuatro viviendas, así como instrumental médico quirúrgico que demuestra que esta ciudad no fue simplemente un lugar de paso, sino que tuvo población especializada, lo que le concede un carácter de núcleo civil de importancia.
Este yacimiento se descubrió con motivo de las obras de la Ronda Sur, que sacaron a la luz una serie de estructuras orientadas de sureste a noreste. Se trata de estancias rectangulares, una de las cuales parece presentar una planta basilical, terminando esta hipotética nave central en un ábside de planta cuadrada.
En los niveles arcillosos, aparecen evidencias destacables. Es el caso de un gran número de elementos de material médico y quirúrgico, así como de terra sigillata, como platos o cuencos. En lo referente a las piezas decoradas, las documentadas son las típicas de la época altoimperial: frisos compuestos por círculos concéntricos, segmentados, dentados, etc, con motivos vegetales y zoomorfos, elementos humanos y bastoncillos. Los arqueólogos que realizaron la excavación ((José Carlos Álvares Ordás, Pablo Rodríguez González y Noemí Martínez Murciego) destacan el hecho de que, al no haberse encontrado decoración con guirnaldas, demostraría que las piezas corresponden al siglo II d.C.
Dentro de los materiales cerámicos que no se corresponden con la vajilla de mesa, se han encontrado numerosos fragmentos de cerámica de cocina, como ollas, jarras, ánforas y botellas.
Material quirúrgico.
Mención aparte merece el hallazgo de un gran número de elementos médicos y quirúrgicos, tales como mangos de escalpelo, cinceles, losetas para preparar medicamentos, sondas, ventosas, agujas, pinzas, o flebótomos. Uno de los elementos más curiosos es el myzon o pinza para tumores. Este objeto demuestra que no sólo se realizaban operaciones de cirugía menor.
Contrariamente a lo que podría pensarse, la carrera médica en Roma tenía escasa consideración social, y la mayoría de los galenos que ejercieron en aquella época eran libertos de origen griego. En pleno campo de batalla, por poner un ejemplo, eran los propios soldados los que atendían a sus camaradas heridos.
Fuente: Diario de León.
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