14 enero 2007

Arqueología La pasión egipcia

Arqueología La pasión egipcia


Fascinación. Esa es la palabra que resume la pasión por su trabajo.
Pese a que, enseguida, todos intentan dejar muy claro que no son una especie de Indiana Jones modernos, y que su profesión también está llena de rutinas, los arqueólogos se caracterizan por esa luz que aviva sus ojos, que los abre como platos y que les hace hablar de un maravilloso sarcófago de basalto negro en el templo de Monthemhat, de los preciosos escarabeos de lapislázuli de Heracleópolis o de magníficas estatuas halladas más allá de la ciudad de Luxor, a las espaldas de los colosos de Mennon.
Hemos conversado, entre otros, con María del Carmen Pérez Die, Myriam Seco y Javier Martínez, tres españoles que llevan años trabajando en distintas excavaciones en Egipto y que guardan aún la ilusión del primer día. Carmen Pérez es conservadora jefe del departamento de Antigüedades Egipcias y del Oriente Próximo del Museo Arqueológico Nacional y directora de las excavaciones en las necrópolis de Heracleópolis Magna, donde acude fiel a cada campaña desde hace 22 años. «Heracleópolis, que es el nombre griego, fue capital de Egipto durante una época histórica concreta, pero siempre tuvo un peso estratégico muy significativo. Cada año trabajamos allí un mes o mes y medio, siempre en otoño —porque en verano el calor es insoportable—, un grupo de unas diez o doce personas entre los que hay arqueólogos, restauradores, dibujantes, antropólogos, lingüistas... un poco en función de la necesidad de la campaña.»
El proyecto empezó en el año 1966, después de participar España en la salvación de los tesoros de Nubia con motivo de la construcción de la presa de Asuán. En compensación, el gobierno egipcio ofreció a nuestro país el Templo de Debod —que se puede visitar en Madrid— y una concesión para trabajar en un yacimiento egipcio. «Ya entonces se apostó por este lugar, donde no había trabajado nadie desde hacía casi un siglo. Después de seis o siete campañas dirigidas por el profesor Martín Almagro, en el año 84 empecé yo como directora... La ciudad es muy grande y en ella sólo excavamos españoles y egipcios. Nosotros tenemos asignados tres lugares: el templo de Herishef, un dios local, y dos necrópolis de distintos periodos históricos».
Las jornadas de trabajo en la excavación, financiada por el Ministerio de Cultura, son de sol a sol. Se trabaja duro y con mucha meticulosidad, pero en ese transcurso de tiempo siempre hay un lugar para la sorpresa, para el descubrimiento, para la interpretación.
«Reconozco que el hallazgo es algo mágico. Es una sensación única, bella, que te rebasa. Pero si tengo que quedarme con una faceta de mi labor esa es la interpretación de lo que has encontrado a lo largo del tiempo. Cuando todo ese puzle encaja, cuando descubres la interrelación de lo que ha ido saliendo y los significados de las cosas, se siente también una sensación verdaderamente indescriptible. Y, más en este caso, pues el trabajo que desarrollamos ha tenido y tiene un amplio reconocimiento en el ámbito de la arqueología internacional.»
Una labor casi policiaca.
«Ésta es una profesión en la que se necesita paciencia —asegura Javier Martínez—. El trabajo se puede considerar, en algunos aspectos, casi policiaco. Pues se trata de ir buscando todas las evidencias, desde el estudio de la escritura hasta el estudio, por ejemplo, de los huesos... Se necesita tiempo e ir avanzando despacio.» Javier Martínez es ayundante de dirección en la excavación del templo de Monthemhat, en la proximidades de Luxor, que dirige el profesor egipcio Farouk Gomaà y que cuenta con una amplia participación española.
«El proyecto nació cuando el Servicio de Antigüedades egipcio le ofreció al doctor Gomaà la posibilidad de trabajar en esta tumba, que es una de las joyas de la necrópolis tebana. Anteriormente hubo otras actividades de restauración aquí, pero un proyecto global de estudio de la tumba como el actual no se había efectuado nunca. Las dos instituciones básicas en el proyecto son la universidad alemana de Tubingen y el Servicio de Antigüedades de Egipto, pero el doctor Gomaà siempre había estado interesado en que la Egiptología se asentara más en España. Pensó entonces que esta tumba podría ser importante para lograrlo y, lo que en principio era un proyecto egipcio y aleman, tiene actualmente una notable presencia española.»
Incluido un mecenazgo por parte de Monserrat Rius y su marido, Jordi Bonastre, y la empresa barcelonesa Altico. «Este año también colabora en la financiación del proyecto —nos cuenta Rius— una institución docente como es el SEC de Segovia. Por eso, hay docentes de esta universidad haciendo una labor importante aquí.»
Entre ellos se encuentra Oliva Reyes Hernando, profesora de Historia del Arte Antiguo en la facultad segoviana y que está desarrollando los trabajos de búsqueda y delimitación del muro perimetral del complejo. «Llevo en el SEC desde el año 99 y soy la responsable de otra excavación en Segovia. Pero hace un tiempo me dijeron que si me interesaba venir y contesté que por supuesto, porque trabajar aquí es el sueño de todo arqueólogo».
Espejo de la arqueología.
«En mi caso —reconoce Javier Martínez—, llevo soñando con Egipto desde niño. Luego, ya en la universidad de Barcelona, estudié Historia y más tarde me marché a cursar Egiptología a Tubingen. En Luxor llevo cinco años, en distintas campañas, y la experiencia está siendo increíble; además, nos hallamos en la necrópolis tebana, que es el espejo de la arqueología mundial».
Myriam Seco es otra arqueóloga veterana en Egipto que, puesta a bucear en la Historia, más de una vez se ha cargado las botellas de oxígeno para bajar a los fondos marinos donde duermen antiguos esplendores. «En los últimos diez años he estado en diferentes campañas por distintos lugares. Empecé en Charuna —también con el doctor Gomaà— , luego trabajé con Mari Carmen Pérez Die en Heracleópolis Magna y, a partir del 98, empecé con la arquelogía submarina. Primero en el mar Rojo, con la Universidad de Texas, y luego en Alejandría, con el Centro de Estudios Alejandrinos, en el yacimiento de Qaitbey.» También ha trabajado, entre otros lugares, en el templo funerario de Amenofis III y en la necrópolis de Dahshur, cercana a El Cairo y a los pies de la mítica pirámide romboidal.
«Uno de los momentos más emocionantes para mí ha sido trabajar dentro de esa pirámide. Porque si cuando vemos las pirámides preparadas para los turistas, con luces, con rampas y con escaleras, nos sentimos impresionados, imagínese cuando uno entra en ellas a oscuras, con cuerdas, linternas y una nube de murciélagos chocando en tu cabeza...».
Pese a su porte imponente, la pirámide romboidal fue una edificación fallida, pero de suma importancia en la arquitectura de su época. Uno de los misterios mejor guardados del Egipto faraónico, y que ha dado pie a mil teorías de lo más dispares, sigue siendo la construcción de las pirámides. Es curioso, en cualquier caso, que, pese a las numerosas excavaciones desarrolladas, nunca se haya encontrado ningún documento referido a cómo se construían.
«La verdad es que sigue siendo un misterio —afirma Javier Martínez—. Pero, según se calcula, todavía queda en Egipto un 70 por ciento por descubrir y saber, y puede que en ese 70 por ciento se halle alguna referencia. De todas maneras, hay que huir de las teorías disparatadas, como la que apunta que fueron costruidas por extraterrestres... el Egipto milenario no tiene nada que ver con el mundo esotérico.»
Hay que subrayar que estamos hablando de una historia de más de 3.000 años y que existen periodos de los que apenas se sabe nada. «Ha habido diferentes equipos de arquitectos actuales que han demostrado que podían construirse con tecnología de la época», opina Pérez Die.
«También es evidente —comenta Martínez— que Egipto siempre contó con grandes arquitectos y el hecho de la pirámide como elemento geométrico perfecto no surgió de la noche a la mañana. Si uno hace un viaje a través de las distintas necrópolis del norte, se da cuenta de su evolución arquitectónica. Desde una mastaba a una pirámide escalonada y, posteriormente, a un intento de pirámide geométrica que fracasó: la pirámide romboidal. Hubo una evolución de siglos, arquitectónicamente hablando, hasta llegar a la pirámide perfecta.»
El sarcófago de Nesptah.
Mientras nos cuenta esto, nos internamos con Javier Martínez en el interior del templo de Monthemhat, que no fue rey, pero si un hombre de gran importancia en el «paso» de la dinastía 25 a la 26 (siglo VII a. C.). El calor y el olor a orín de murciélago aumenta según bajamos por diferentes escaleras y pasadizos buscando la estrella, hasta ahora, de esta excavación: el sarcófago de Nesptah. «Era el hijo de Monthemhat. Íbamos detás de la tumba de su padre, pero nos encontramos con esta, que es una maravilla: un sarcófago de periodo tardío en basalto negro. Ahora seguimos intentando averiguar dónde puede hallarse la morada de Monthemhat, pero aquí hay también un montón de trabajos por hacer. Intuimos textos muy importantes, tanto desde el punto de vista religioso como biográfico, que nos ayudarán a aclarar algunas partes oscuras de esa época».
Después de bajar por una rústica y estrecha escalera de madera que parece perderse en el infierno, llegamos a una cámara asfixiante donde se encuentra el sarcófago. Nos avisan de que muy pocos ojos lo han visto. Su belleza es conmovedora. Ahora entendemos el brillo en los ojos de los arqueólogos y presentimos que también, por unos instantes, ha retornado a nuestras pupilas la mirada de cuando éramos niños.

Fuente: ABC

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