22 enero 2007

La vida en un castro


El historiador Santos Yanguas recrea la actividad cotidiana en las fortificaciones astures, levantadas para su defensa por pueblos guerreros que nunca lograron la uniformidad cultural ni étnica.

LETICIA ÁLVAREZ/GIJÓN

Albiones, cibarcos, egobarros, salaenos, orgenomescos, pésicos y astures... Pueblos todos ellos que podrían inspirar un filme histórico forman parte del último trabajo de investigación del catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Oviedo, Narciso Santos Yanguas. El profesor, experto en el indigenismo y la romanización del norte peninsular ibérico, especialmente en el caso de los astures, presenta de la mano de ediciones KRK, 'Asturias, los astures y la cultura castreña', un libro en el que reproduce el mundo de los primeros pobladores de nuestro territorio y en el que se adentra en estas peculiares construcciones de carácter defensivo y también delimitadoras de espacios.

El volumen sale ahora a la luz después de años de trabajo y estudios que llevan al lector interesado en las raíces de la historia de Asturias a descifrar la etapa neolítica, el megalitismo con el surgimiento de los dólmenes y túmulos, y la metalurgia. Analiza Santos Yanguas la configuración de toda una cultura castreña, tanto desde el punto de vista cronológico como espacial, y dibuja los aspectos sociológicos de una era a través de sus pobladores, su economía eminentemente ganadera y agrícola, así como la puesta en valor de los primeros yacimientos mineros. El análisis es tan profundo que indaga el profesor en cuestiones como la religiosidad castreña y el arte prerromano, tan desconocido para el gran público.

Para la reconstrucción de todos esos aspectos, asegura el autor que «fue necesario recurrir a un estudio interdisciplinar en el que las ciencias auxiliares como la historiografía, la epigrafía, la numismática y la arqueología clásica se conjungaron con las aportaciones de la geografía antigua, así como de los viajeros y descubridores a lo largo del mundo conocido en aquellas épocas».

La lectura de los autores antiguos es también fundamental para recrear los tiempos en los que se centra el trabajo.

Según narra Santos Yanguas, «la rudeza y el salvajismo de estas poblaciones no son debidos solamente a sus costumbres guerreras sino también a su alejamiento, puesto que los caminos marítimos y terrestres que conducen a estas tierras son largos y esta dificultad de comunicación les ha llevado a perder toda sociabilidad y humanidad».

Otro de los rasgos que destaca el autor es que «nunca llegaría a existir uniformidad ni étnica ni cultural en la región asturiana durante los periodos de la historia castreña a pesar de que los centros con estas construcciones se hallan dispersos por todo el territorio asturiano».

La función del recinto castreño era defensiva y también servía para controlar el territorio que les correspondía y explotaban. Los fosos son uno de los elementos más frecuentes y simples de los asentamientos castreños. También lo son los terraplenes o taludes, murallas y torres de vigilancia, combinados de distinta forma en cada caso.

Defensas eficaces

Los asentamientos poblacionales astures contaban «por lo general con dimensiones de carácter reducido hecho que vendría exigido en buena medida por las escasas condiciones de habitabilidad que los mismos territorios presentaban». A este argumento añade el autor el de los motivos estrictamente demográficos.

Según cuenta, las murallas constituían el elemento más completo y eficaz de la defensa y podían llegar a alcanzar alturas y espesores considerables de hasta tres metros o más.

Ya dentro de los castros se desarrolla la vida de aquellos primeros pobladores. Comen sentados sobre bancos construidos alrededor de las paredes, alineándose según edades y dignidades. Los alimentos se hacen pasar de mano en mano y mientras los hombres beben, danzan al son de las flautas y trompetas saltando en alto y cayendo arrodillados, recoge Santos Yanguas. Además practicaban el sistema de intercambio o trueque de especies que cazaban y pescaban. La agricultura y la ganadería eran las actividades de sustento, pero ya comenzaban a explotarse los primeros yacimientos mineros. En el capítulo de las artes, el autor prefiere hablar de artes menores debido la existencia de grabaciones y tallados realizados sobre objetos de madera de los que lamenta que no haya restos debido al carácter perecedero del material. Por otra parte, indica: «Aunque construían con cierta asiduidad algunas edificaciones y viviendas utilizando pizarra como arteria fundamental, sus objetivos eran marcadamente utilitarios a pesar de que podrían no estar exentos de elementos estéticos».

Finalmente el autor admite que actualmente «hay un escaso número de recintos castreños excavados a pesar de la gran cantidad de ellos catalogados» lo que constituye una deficiencia a la hora de conocer el arte de la época y también muchos más aspectos sobre su estilo de vida.

La solución pasaría por «excavar los poblados castreños de tiempos prerromanos cuyas dimensiones son más reducidas y cuya localización ya conocemos a sabiendas de que esas construcciones serían menos retocadas posteriormente». También se puede tentar a la suerte y «descubrir en fechas próximas los objetos y elementos artísticos más representativos del nivel prerromano, que conocemos por su pervivencia en época romana».

Fuente: El Comercio Digital

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