Se presenta al público totalmente renovado, didáctico e interactivo, con una nueva imagen de Óscar Mariné y el doble de superficie expositiva.
Con una superficie expositiva duplicada (ha pasado de 600 a 1200 metros cuadrados), una nueva imagen, la creada por el diseñador madrileño Óscar Mariné, autor del nuevo logotipo, y tras siete años cerrado a cal y canto (con el paréntesis de las exposiciónes Scombraria, Castrum, Bajo la Cólera del Vesubio y Atapuerca), el Museo Arqueológico Regional abre por fin y definitivamente sus puertas a mediados de marzo próximo en un edificio completamente remodelado y con una museografía muy actualizada. «Es un museo muy didáctico, con muchos audiovisuales e interactivos, para que la gente sepa realmente para qué servían o se utilizaban muchas de las piezas que ven en las vitrinas», explica José Miguel Noguera, director general de Cultura.
Aproximadamente 1.500 piezas recién restauradas, todas de la colección permanente y en su mayoría de yacimientos de la Región, explica Mª Ángeles Gómez, conservadora del museo- ofrecerán al visitante un recorrido por la evolución humana desde el Paleolítico -aproximadamente de hace un millón de años hasta el 10.000 aC- hasta el arte paleocristiano, tardoantiguo y bizantino -del s. I dC al s. VII dC-, donde acaba el recorrido.
Situarse en la Región
Un amplio hall recibirá a los visitantes del Museo Arqueológico, que mediante una gran maqueta de la Región y un sistema interactivo podrán ubicar los distintos yacimientos de la Región, tanto por épocas como por municipios. Además una escenografía permitirá a los profanos conocer el orden cronológico de las distintas culturas representadas con piezas en el Museo Arqueológico; así como, a través de varios paneles, se introducirán en la historia del museo, en el medio ambiente de la Región y en el apasionante recorrido por la Historia de la Humanidad que están a punto de iniciar.
Los primeros murcianos
Los primeros pobladores de la Región reciben al visitante en la sala del Paleolítico, que abre un audiovisual sobre la evolución humana -«sencillo para facilitar su comprensión», apunta Noguera-. Piezas del Paleolítico Medio y Superior y el Epipaleolítico, lo más representado en la Región, se exhiben en esta zona, en la que la industria lítica -herrramientas y utensilios fabricados con piedras- compone el grueso del material exhibido en las vitrinas, que complementan dos pantallas en las que un audiovisual explica cómo se hacían las herramientas y para qué servían. Además, en la sala del neolítico una reconstrucción de los primeros asentamientos explica los procesos de sedentarización de las sociedades humanas.
Una de las salas estrella del nuevo Museo Arqueológico Regional será la dedicada al arte rupestre. «Hemos querido darle un carácter especial y resaltar su valor, ya que es Patrimonio de la Humanidad», aclara la conservadora del museo ante la sala, en la que sobre una de sus paredes, transformada en el interior de un abrigo neolítico, se proyectarán los calcos de las más importantes pinturas conservadas en los yacimientos de la Región, a la vez que tres pantallas mostrarán una original audiovisual en que se dramatiza el proceso: «un hombre entra en la cueva, enciende un fuego, prepara los tintes, hace pinceles con ramas y pinta», detalla Noguera.
Pequeños arqueólogos
Con la tecnología como protagonista, nuestros primeros ancestros inician el desarrollo de una serie de herramientas útiles para evolucionar y subsistir. Tres audiovisuales mostrarán cada una de las técnicas empleadas para su construcción (de piedra, de huesos y de cerámica). Y una pequeña sala-laboratorio permitirá a los más pequeños jugar a ser arqueólogos usando lupas, microscopios e incluso recomponiendo pequeños mosaicos. Al mismo tiempo, el la sala del calcolítico podrán ver cómo era una vivienda, su interior y exterior, gracias a una 'caja mágica' a base de iluminación y espejos. Cerámicas para uso cotidiano y ajuares funerarios de enterramientos múltiples ilustran la época, en la que destacan los materiales del yacimiento de Murviedro (Lorca), Loma de los Peregrinos (Alguazas) y Cueva de los Realejos (Cieza). Además, un audiovisual muestra como se construía un monumento megalítico y otro explica la información que aporta la excavación de los enterramientos.
Con el Bronce Argárico, uno de los periodos más importantes del museo -el Argar es una cultura desarrollada en sudeste peninsular- se desarrolla la industria metalúrgica. Así mismo, un interactivo permitirá consultar la edición facsímil del libro de Luis y Enrique Siret Las primeras edades del metal en el sureste de España, con dibujos espectaculares.
A través de las cerámicas, primero, y los metales, después, se explica el Argar, y se reproducen las casas Y y Z del yacimiento del Rincón de Almendricos de Coy (Lorca). «Aquí es dónde se ve lo que hemos avanzado», comenta orgulloso del resultado el director general de Cultura. Materiales de La Bastida (Totana), Monteagudo, el Cerro de las Viñas (Coy) y Puntarrón Chico (Beniaján) permiten conocer la tipología de los enterramientos argáricos con sus cistas, urnas y ajuares funerarios, con elementos metálicos (espadas, alabardas, puñales, hachas, espirales y pendientes) y cerámicos.
La visita a la planta baja concluye con un interactivo sobre las rutas comerciales en torno al Mediterráneo, principalmente fenicias, «pues es la época en la que comienzan los intercambios», añade la conservadora. Y otro audiovisual sobre la industria metalúrgica invita al visitante a continuar el recorrido en la primera planta.
Y llegaron las letras
Son precisamente los distintos tipos de escritura -griega, fenicia,...- los que reciben al visitante en un recorrido que entra de lleno en el mundo ibérico a través de una de las más importantes colecciones españolas de arte ibérico, apunta el director del museo, Antonio Poveda, que destaca el excelente resultado de las recreaciones de viviendas, como la ibérica de Los Molinicos (Moratalla) que recibe al visitante en la primer planta, «con su hogar y sus telares, que funcionan», añade. Ajuares de cerámica de cocina -en la que están representadas las distintas formas y decoraciones de la época (del siglo VI al I aC)-, juegos de pesas con plato de balanza y fusayolas -piezas de los telares- procedentes en su mayoría de Los Molinicos y de El Cabecico del Tesoro (Verdolay) muestran como era la vida cotidiana. Y el comercio lo representan las cerámicas áticas y las ánforas púnicas, dedicadas al transporte de mercancías.
Exvotos, fragmentos escultóricos de santuarios y amuletos de origen orientalizante componen esta zona de la exposición, cuyas piezas pertenecen en su mayoría al Santuario de la Luz (Murcia) y El Cabecico del Tesoro e ilustran el mundo religioso y los santuarios ibéricos. Ajuares funerarios y panoplias de guerrero -puntas de lanza, falcatas, hebillas de cinturón...- continúan explicando la sociedad ibérica, que alcanza su punto escultórico cumbre en la exhibición de las tumbas y monumentos funerarios encontrados en Coy y el Verdolay.
La Roma más antigua
Roma surge en todo su esplendor tras los monumentos funerarios ibéricos con «una pieza única en la península ibérica», afirma Poveda, un vestigio de pavimento romano de la Loma de las Herrerías (Mazarrón), perteneciente a un colegio de mineros de metalurgia. «Del siglo II aC., es el vestigio más antiguo de la civilización romana en toda Hispania, prueba de ello es su inscripción en latino arcaizante», ilustra Poveda, que destaca la recreación del interior de un barco romano -en realidad medio, pero un espejo lo convierte en entero- en el que se ve cómo se transportaban aceite, vino y cereales: en ánforas y protegidas con airbags naturales a base de ramajes. Precisamente esta recreación da constancia de las transacciones con el imperio romano.
Carthago Nova en miniatura
Una colección de basas -de distintos materiales y estilos- dan testimonio, junto a restos de mosaicos, estucos y fragmentos de pared de las viviendas romanas de Portmán, de las modas arquitectónicas imperantes en la época. Lucernarios, vasijas, cántaros y platos aportan más información sobre el modo de vida de los habitantes de la península durante la dominación romana. Además, una espectacular maqueta de Carthago Nova sumerge al visitante en la época. «Es una maqueta espectacular, sólo hay otra de la misma categoría en Mérida», apunta Poveda.
Del siglo I dC se muestra imponente el conjunto escultórico consagrado al dispensador Albanus (Mazarrón), compuesto por una escultura de la Madre Tierra, flanqueada por dos genios, así como un torso femenino de Cabezo Roenas (Cehegín), un Hércules Viandante de Los Torrejones (Yecla), una Pudicitia (Cartagena) y los Hermae (Cartagena), utilizados como adornos en patas de mesa. Las inscripciones de los panteones romanos dan por fin paso al último episodio histórico del Museo Arqueológico: el periodo tardoantiguo, paleocristiano y bizantino. Una maqueta del Martiryum de La Alberca constata la importancia de esta arquitectura tardía en el sureste peninsular, «la más espectacular -comenta el director del museo- junto a Mérida y Toledo. Un ejemplo son las basas de época bizantina». Elementos arquitectónicos del Martiryum y la Basílica de Algezares, capiteles, basas, columnas y una excepcional iconostasis (Algezares), integran el último tramo del recorrido, que incluye sarcófagos paleocristianos, así como cerámica autóctona e importada de la Provenza y África.
Fuente: La Verdad
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