En esta campaña se ha trabajado en la búsqueda del horno de reducción de metales fundamentalmente. Además se ha encontrado una ruta por la que se trasladaban los minerales en burro hasta el yacimiento
NURIA MARTÍN/BARCHÍN DEL HOYO
A punto de finalizar la campaña de 2006 en el yacimiento ibérico de Barchín del Hoyo, ‘Fuente de la Mota’, sus responsables realizaron para La Tribuna de Cuenca un balance de lo allí realizado en los últimos meses. Debido a que en esta ocasión el personal era más reducido que en anteriores temporadas, el trabajo se ha centrado únicamente en dos puntos, el análisis de las estructuras, en concreto la búsqueda de un horno de reducción, así como la continuación de la búsqueda de caminos que comunicasen con el yacimiento en el pasado.
En este sentido, si ya en la pasada campaña se descubrió uno de los caminos por los que llegaban los carros, en esta ocasión se encontró otro por el que se trasladaba el mineral de las minas de alrededor en burro. Algo curioso pero que está demostrado, puesto que «efectivamente en el yacimiento han aparecido restos de animales similares», explicó la directora, Marta Sierra.
Este camino está perfectamente señalizado, puesto que se ponían muros de roca a uno y otro lado, y aún se pueden ver los restos. Sobre todo destaca, después de recorrerlo, un muro de unos 23 metros, todo seguido: «Nos lo hemos encontrado siguiendo el camino, porque son cosas que hay que hacer; no solamente es encontrar material, sino ver la forma de vida que llevaban».
Trabajo con el mineral.
Una vez que el mineral era trasladado al poblado, se troceaba, se tostaba y se metía en el horno para sacar el hierro y trabajarlo a forja. «Ellos empleaban un método de reducción, no de fusión del hierro, puesto que para ello habría que alcanzar 1.500 grados y ellos llegaban solamente a 1.100 ó 1.200», apuntó Sierra.
Eso sí, «hay un punto de fusión a 1.150 grados, que es solamente un momento, de modo que trabajan con el fuego de la forja y el golpetazo del herrero, diríamos», añadió. Así, por medio de una cuestión química, se va endureciendo el metal.
La reducción del material se hacía en la ladera, de forma que se hizo una prospección geofísica en todo el área y se descubrieron dos puntos en los que había una mayor resistencia, un mayor magnetismo. Allí se ha estado excavando en esta campaña al suponerse que se encontraba el horno para llevar a cabo esta labor.
«El problema es que no sabemos cómo es exactamente un horno de reducción ibérico y realmente nos estamos encontrando con un tipo constructivo que no habíamos visto antes», expuso por su parte Nacho Sierra, otro de los colaboradores en el proyecto científico de este año.
En concreto, el espacio destaca por su estructura circular, que sería el hipotético horno, y tiene un suelo por encima que sube hacia arriba. Además se ha constatado que hay una capa de arcilla muy dura que se supone que estaría recubriendo la infraestructura y que funcionaría como aislante térmico, para conservar el calor.
El trabajo en este sentido es sumamente complejo, puesto que al ser una ladera se supone que parte de los materiales de la estructura han ido cayendo hacia abajo, de modo que en la próxima campaña se continuarán las excavaciones en el lugar para ir encontrando más restos e intentar reconstruir el horno. «El proceso de reconstrucción es lo que más tiempo nos va a llevar y a partir de ahí comprobaremos las posibles hipótesis de cómo podría funcionar», manifestó Nacho Sierra.
Precisamente para comprobar las hipótesis se ha tenido que estudiar también la forma de actuar del viento en el lugar. «Hemos calculado que a partir del medio metro el viento es constante y fuerte, y desde ahí se mantiene prácticamente igual hasta los dos metros. Éste es otro detalle porque hay que conjugar muy diversos elementos, ya que todos influyen», señaló el colaborador.
En todo caso, aún se está en proceso de investigación, de modo que en sucesivas campañas se irán comprobando todas las hipótesis.
Por otro lado, es importante destacar que se está intentando poner en movimiento el tema de la metalurgia ibérica, de forma que «ya se han publicado algunas cosas y ha habido subvenciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha para proyectos de este tipo y hay que ir avanzando», subrayó Marta Sierra.
Preparando el final de la campaña. Otra de las personas destacadas en la excavación es Estefanía Vilque, la restauradora que ha estado trabajando en el yacimiento a lo largo de los cuatro últimos meses. Al estar, como se ha mencionado, a punto de finalizar la campaña, en la actualidad se encuentra «intentando organizar la conservación preventiva, porque el problema de los yacimientos es cuando se cierran y quedan a merced de la lluvia y el viento, de modo que hay que proteger todas las cosas que se pueden estropear», indicó.
Por ejemplo, estos días está con unos enlucidos: «Las paredes estaban hechas de piedra y adobe, y luego le daban una capa protectora que aislaba el lugar del frío, de modo que al quedarse el lugar al aire, porque en su momento estaban tapados con los tejados, van saliendo restos», explicó Vilque. De este modo, su tarea es engrasarlos y taparlos con una malla y con grava para que cada espacio quede lo mejor protegido posible.
En resumen, «son los preparativos para poder cerrar la campaña y que quede, al menos lo más frágil, protegido de la lluvia, el viento, las heladas...», manifestó la restauradora.
En cualquier caso, éste es el trabajo que está llevando a cabo en la actualidad, mientras que al comienzo de la campaña lo primero que se hizo fue ver cómo estaba todo después de un año. «Hay que hacer un informe del estado de conservación, de modo que se fotografía todo, se compara con lo que se hizo el año pasado e incluso el anterior, y se ve lo que hay que arreglar, sobre todo lo que requiere una intervención urgente. Todo esto se manda a la Delegación de Cultura para que estén informados», subrayó Estefanía Vilque.
Hay que mencionar que en esta ocasión se tardaron prácticamente dos meses en llevar a cabo la limpieza y preparación del yacimiento, puesto que días antes de iniciarse la campaña cayeron grandes lluvias y las capas de barro eran considerables, según explicó la directora del lugar, Marta Sierra.
Materiales. Estefanía Vilque indicó que todos los materiales que van saliendo en las excavaciones se van llevando a las escuelas de Barchín del Hoyo, que es el taller de campaña. Allí, elementos como las cerámicas son limpiadas para quitarles la sal, de modo que no se destruyan de un año a otro, pero se hace poco más. Luego se inventaría, se guarda en cajas y se envía al Museo de Cuenca para que lo guarden en los almacenes y, cuando haya tiempo, se vaya restaurando adecuadamente.
En el caso de los metales, que son muy frágiles, sobre todo el hierro, se intentan limpiar también lo mejor posible y protegerlos aislándolos completamente del exterior, aunque hay que tener en cuenta que «no se puede hacer un tratamiento muy profundo porque sólo es un taller de campaña, luego hay que ocuparse de ellos en un laboratorio de restauración», apuntó Vilque.
En cuanto a la campaña de este año, la restauradora señaló que no han aparecido cosas muy llamativas, ya que como se ha apuntado anteriormente, no se ha actuado demasiado en cuanto a los materiales, al no haber habido demasiado equipo técnico para ello.
Pese a todo, sí se encontró «una pequeña vasija que salió entera, preciosa y maravillosa», indicó entusiasmada Estefanía Vilque. Por lo demás, añadió, sí que se ha encontrado muchas más piezas de cerámica, pero todas fragmentadas.
Fuente: http://www.diariolatribuna.com/
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