11 septiembre 2006

La primera gobernante del antiguo Perú hace 17 siglos.

El hallazgo del cuerpo momificado de una mujer mochica ha derrumbado todas las teorías sobre esta cultura precolombina. Se trata de la primera mujer que rigió los destinos de este pueblo hace 1.700 años y la primera que gobernó en Suramérica. Con ustedes, la Señora de Cao.


Ni en sus mejores sueños, el arqueólogo Régulo Franco Jordán podía imaginar que sus pacientes excavaciones en la huaca de El Brujo le iban a deparar una sorpresa como ésta.

La mañana se había levantado fría en el complejo funerario. Mientras su equipo desempolvaba con paciencia los horadados muros de adobe del camposanto mochica, que habían permanecido durante 1.700 años sepultados bajo una rudimentaria pirámide de arena y piedras, Jordán se encaminó a la parte alta de la estructura. El desprendimiento de unos ladrillos de adobe había dejado al descubierto una pequeña muestra de pintura. Jordán quedó perplejo ante los dibujos y decidió continuar el trabajo que la gravedad había comenzado.

Meses después, un bellísimo patio decorado con pinturas policromadas de diseños geométricos y representaciones de las más importantes deidades del panteón mochica veía la luz. Sobre su piso reposaban cinco tumbas. Y en la mayor de ellas, un fardo funerario de unos cien kilos de peso.

Salvo en raras ocasiones, como en el enterramiento del Señor de Sipán, en el que se empleó un féretro, lo usual en la cultura mochica era enfardar con palios funerarios los cadáveres y alojar entre las telas los objetos rituales que acompañarían al difunto en su viaje hasta la casa de Ai-Apaec, su dios supremo.

A medida que las telas del fardo se retiraban, las caras de los arqueólogos iban pasando de la sorpresa al estupor más absoluto: en el interior había una momia, era de mujer, y tenía todos los atributos con los que los mochicas enterraban a sus gobernantes.

Nunca antes se había tenido el menor indicio de que mujer alguna hubiera alcanzado la cúspide de esta antigua sociedad precolombina. En la cultura mochica, que se extendió por la costa norte de Perú entre el siglo I antes de Cristo y el VII de nuestra era, los guerreros ostentaban el nivel más alto de la sociedad, sólo por debajo del gobernante, que también era la máxima dignidad religiosa. Los arqueólogos ya sabían, por las tumbas encontradas con anterioridad, que algunas mujeres mochica habían alcanzado importantes cargos religiosos. Pero que una mujer hubiera alcanzado el máximo poder era algo que no entraba dentro de sus previsiones.

Los restos momificados, que corresponden a una joven de unos 25 años de edad, estaban cubiertos con 18 collares de oro, plata, lapislázuli, cuarzo y turquesa; 30 adornos de oro y plata protegían su nariz, y diademas y coronas de cobre dorado resguardaban su pelo, símbolos que caracterizaban a los gobernantes. Pero en el túmulo también se hallaron mazas de combate, escudos y cuchillos, los atributos de un guerrero. Y junto a ella fueron sepultadas otras cinco personas, seguramente criados y su guía espiritual, encargados de custodiar a su ama en su camino hacia el más allá. Ése es otro dato que denota la importancia del personaje enterrado.

En sus brazos y piernas se aprecian sin dificultad unos curiosos tatuajes rituales. Son dibujos de serpientes y arañas, animales que para los mochicas representaban la fertilidad de la tierra. Y que, según Jordán, también darían una pista sobre sus dotes como adivina.

¿Pero cómo ha podido sobrevivir este cuerpo de 1.700 años de antigüedad en este estado tan perfecto si los mochicas no usaban técnicas de momificación? La respuesta está en un pigmento y en el peculiar clima de la región. Los mochicas cubrían los cadáveres con una pasta granate elaborada con cinabrio, una mezcla de mercurio y azufre que impedía la proliferación de bacterias. Después, el ambiente seco hacía el resto y los cuerpos quedaban momificados.

La Señora de Cao llevó en su último viaje más y mayores ornamentos fúnebres que el propio Señor de Sipán, hasta ahora el más importante enterramiento mochica conocido, descubierto por el arqueólogo Walter Alva en 1987.

El análisis forense y el estudio minuciosode los elementos que componen el fardo funerario, que continuarán durante meses, sacará a la luz parte de la historia de esta enigmática mujer. Con ellos sabremos si murió, fue asesinada o fue víctima de un sacrificio ritual. Pero lo más importante sería hallar indicios de que no fue la única mujer que llegó a lo más alto en la jerarquía mochica. Eso sí supondría un cambio radical en la historia peruana de los últimos 20 siglos.

Fuente: XL Semanal.

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