Forua alberga uno de los yacimientos romanos más grande y mejor conservado del cantábrico oriental.
JOSU GARCÍA/GERNIKA
El sorprendente hallazgo en el subsuelo de la iglesia de Forua es el último de una larga lista de descubrimientos que fascina desde hace 23 años a los arqueólogos. Los expertos sienten predilección por este pequeño pueblo rural de apenas 980 habitantes, pero cuyas entrañas custodian aún un sinfín de secretos. Enigmas que están casi siempre relacionados con el mundo romano. Y es que el enclave alberga uno de los yacimientos de aquel imperio más grandes del norte de España y, sin duda, el mejor conservado del cantábrico oriental.
Ana Martínez Salcedo, la directora del grupo de expertos que ha actuado en la iglesia de San Martín, es también la impulsora de los estudios que la Diputación ha desarrollado durante más de dos décadas en la zona. La institución foral, que ya es propietaria de 10.000 metros cuadrados de terreno, confía en seguir sacando a la luz poco a poco, despacio, pero sin pausa, nuevos elementos del fascinante pasado de Forua.
Por el momento, si se confirma que las tumbas más antiguas halladas en el templo pertenecen a la época bajoimperial romana (siglo IV), los expertos tendrán quizás nuevos elementos para reconstruir el final de la presencia romana en la ría de Urdaibai y el porqué de su decadencia.
Templo romano
Asimismo, todo parece indicar que la iglesia de San Martín se levantó sobre los cimientos de un antiguo lugar de culto o un edificio romano. Por ello, es posible que puedan aparecer nuevos restos en los alrededores de la robusta construcción.
El Imperio se asentó en Forua hacia mediados del siglo I. La protección que brindaban las marismas frente al enemigo y el mar hacían del enclave un buen emplazamiento para construir un puerto. Además, los romanos comenzaron a apreciar pronto algunas de las materias primas que aún hoy abundan en la zona: el extraordinario mármol de Ereño, la pesca y el hierro.
Todo se cargaba en barcazas, que eran arrastradas por la corriente hacia la desembocadura, donde aguardaban los barcos de la flota imperial. El comercio fue intenso, sobre todo durante la época dorada del asentamiento, en el siglo II. El pueblo acogió entonces una guarnición de la legión romana, acantonada en un cuartel cerca del puerto.
Los estudios sobre este pasado imperial aún continúan y durarán todavía muchos años más. Con todo, hay quien piensa que el yacimiento impide el crecimiento urbanístico del municipio. La valla del poblado ha sido dos veces derribada en poco más de tres meses.
Ana Martínez Salcedo, la directora del grupo de expertos que ha actuado en la iglesia de San Martín, es también la impulsora de los estudios que la Diputación ha desarrollado durante más de dos décadas en la zona. La institución foral, que ya es propietaria de 10.000 metros cuadrados de terreno, confía en seguir sacando a la luz poco a poco, despacio, pero sin pausa, nuevos elementos del fascinante pasado de Forua.
Por el momento, si se confirma que las tumbas más antiguas halladas en el templo pertenecen a la época bajoimperial romana (siglo IV), los expertos tendrán quizás nuevos elementos para reconstruir el final de la presencia romana en la ría de Urdaibai y el porqué de su decadencia.
Templo romano
Asimismo, todo parece indicar que la iglesia de San Martín se levantó sobre los cimientos de un antiguo lugar de culto o un edificio romano. Por ello, es posible que puedan aparecer nuevos restos en los alrededores de la robusta construcción.
El Imperio se asentó en Forua hacia mediados del siglo I. La protección que brindaban las marismas frente al enemigo y el mar hacían del enclave un buen emplazamiento para construir un puerto. Además, los romanos comenzaron a apreciar pronto algunas de las materias primas que aún hoy abundan en la zona: el extraordinario mármol de Ereño, la pesca y el hierro.
Todo se cargaba en barcazas, que eran arrastradas por la corriente hacia la desembocadura, donde aguardaban los barcos de la flota imperial. El comercio fue intenso, sobre todo durante la época dorada del asentamiento, en el siglo II. El pueblo acogió entonces una guarnición de la legión romana, acantonada en un cuartel cerca del puerto.
Los estudios sobre este pasado imperial aún continúan y durarán todavía muchos años más. Con todo, hay quien piensa que el yacimiento impide el crecimiento urbanístico del municipio. La valla del poblado ha sido dos veces derribada en poco más de tres meses.
Fuente: El Correo Digital
Hallan en el subsuelo de la iglesia de Forua una de las necrópolis más importantes de Vizcaya.
Los arqueólogos encuentran un centenar de tumbas que datan desde la época romana hasta el siglo XIX Unas obras en el templo dieron pie al descubrimiento.
JUAN PABLO MARTÍN/GERNIKA
El pequeño pueblo de Forua sigue siendo una gran caja de sorpresas para los arqueólogos vizcaínos. El subsuelo de esta localidad limítrofe con Gernika esconde una riqueza histórica que, poco a poco, va viendo la luz. Los nuevos descubrimientos ayudan a conocer y comprender una parte de lo que fue el pasado del territorio y los habitantes que lo poblaron. El hallazgo más reciente ha tenido lugar en la iglesia de San Martín, donde en las últimas semanas se han desenterrado cerca de un centenar de tumbas, cuya antigüedad oscila entre 200 y 1.600 años.
En conjunto, estos enterramientos conforman una gran necrópolis secuencial, de mayor a menor antigüedad, que permitirá a los expertos estudiar con precisión los diferentes ritos funerarios y la historia de la iglesia, a lo largo de casi dos milenios.
El sorprendente hallazgo ha tenido lugar con motivo de unas obras de saneamiento proyectadas por el Obispado. Dado que el templo se encuentra en una zona de presunción arqueológica, un grupo de expertos se desplazó al lugar para verificar la marcha de los trabajos. Tan pronto como se levantó el suelo, comenzaron a aparecer los restos.
Los especialistas, dirigidos por Ana Martínez Salcedo y José Luis Ibarra, trabajan todavía en esta intervención arqueológica, que está dando muy buenos resultados. Aunque la excavación todavía está sin concluir, los investigadores ya han constatado que la iglesia alberga una de las secuencias históricas más completas de necrópolis cristianas de Vizcaya. Y es que en diferentes capas están agrupados cerca de 2.000 años de historia.
El trabajo, que comenzó el pasado mes de noviembre, ha permitido descubrir enterramientos de tres épocas bien diferenciadas. A falta de los resultados de las pruebas de datación con el carbono 14, los restos hallados podrían extenderse hasta el periodo bajo imperial romano del siglo IV, algo que constataría la fuerte implantación de esta cultura en la zona. «Por su proximidad al poblado romano ya esperábamos encontrar restos de esta época», señalaron fuentes de la dirección del Departamento de Cultura de la Diputación.
La excavación ha estado condicionada por la estructura de la iglesia, que en su última reforma quedó configurada como un templo de planta de salón (casi cuadrada). Las investigaciones, sin embargo, han constatado la presencia de elementos constructivos de la época romana y posteriores.
La investigación se ha desarrollado en toda la planta del recinto, aunque se han diferenciado tres espacios a la hora de profundizar en el subsuelo. «Se constata una ocupación muy intensa de este espacio como cementerio. En todos los casos los tumbas están orientadas hacia el este», apunta Martínez.
Los restos más antiguos se han encontrado en la zona más próxima al altar. A casi metro y medio bajo el suelo han aparecido restos de necrópolis desde la época altomedieval hasta una fecha todavía por determinar. También se ha observado la presencia de elementos romanos.
Restos de cerámica
«Las inhumaciones más antiguas son de tres tipos: en fosa, en cajas de piedra y en muretes», añadela arqueóloga. En este punto también se han encontrado restos de cerámica, vidrio y una moneda todavía por datar, aunque los expertos creen, casi con seguridad, que es romana. «No han aparecido elementos de ajuar como podrían ser joyas u otros ornamentos; en general -detalla Ana Martínez Salcedo- lo que ha aparecido son piezas de uso cotidiano, como platos o utensilios para beber».
A la entrada del templo están situadas las necrópolis del siglo XV y principios del XVI. Son enterramientos en fosa simple. Los restos oseos están muy alterados porque la tierra es ácida y ha corroído los huesos.
«De esta fase bajomedieval los datos con los que contábamos eran escasos, por lo que los restos encontrados permitirán reconstruir el proceso histórico del enclave con todos sus momentos constructivos. En otras ocasiones los enterramientos de épocas posteriores han destruido lo que se encontraba debajo pero en este caso no ha sido así», explica Martínez. Por último, en el espacio central del recinto religioso se encuentran las necrópolis de los siglos XVIII y XIX, en las que los cuerpos están enterrados en cajoneras, y que «no se tocarán», ya que están suficientemente documentadas.
Fuente: El Correo Digital
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