08 junio 2007

Murcia: El Balneario de Archena recupera su origen romano


Aparece el hotel más antiguo de los baños, del siglo I, que se convertirá en museo y zona de conciertos.

El Balneario de Archena, considerado Bien de Interés Cultural, revive ahora sus orígenes romanos. La zona, habitada desde el Bronce Final, unos 1.200 años a. C. y que cuenta con importantes restos íberos -«sobre el monte cercano se sitúa el poblado íbero del Cabecico del Tío Pío, uno de los más importantes de la península», aclara Gonzalo Matilla, director de la excavación-, ha estado siempre ligada al uso de sus aguas termales.

Esto y su importancia desde tiempos de los romanos, en torno al siglo I d. C., queda constatado ahora por los hallazgos de una excavación impulsada por el interés de los propietarios del balneario por desentrañar la historia y conservar el patrimonio histórico-artístico de la zona. «Es uno de los pocos casos en el que el interés general y el particular coinciden», incide Matilla, que asegura que fue el empeño de los dueños del balneario el que ha impulsado la conservación de restos romanos e islámicos encontrados en los últimos meses.

La construcción de un parking tras la zona de las piscinas actuales y la adecuación de los accesos a la zona de los baños termales para las personas con movilidad reducida han sido el origen de todos estos hallazgos que trascienden la historia del balneario, hablan de la historia de Archena, de la Cartagena romana más boyante y de la historia de Hispania, apunta el director de la excavación y profesor de la Universidad de Murcia.

El hotel más antiguo del balneario se remonta al siglo I. Así lo afirma Gonzalo Matilla, tras estudiar los restos de una mansio encontrada en la zona donde se iba a construir el parking. Un acceso cubierto para carruajes, con un patio central rodeado de columnas y habitaciones a los lados que daba alojamiento a los romanos que acudían hasta Archena, como hoy, para disfrutar de los poderes curativos y las bondades de sus aguas termales.

Este hotel, con dos plantas de habitaciones en algunas de sus zonas, estuvo compuesto en su planta superior por paredes estucadas. Unos estucos que, sudando sangre, los arqueólogos y restauradores están consiguiendo recuperar. «Es muy difícil, porque aunque los muros de la planta baja de la mansio eran de mampostería, los de la planta superior eran de adobe y estaban caídos en el suelo. Sólo se distinguen por la finísima capa de estuco», cuenta Gonzalo Matilla.

Estos estucados, que aparecen en milimétricas porciones, no dejan de dar sorpresas. Los motivos que lo decoran y que están siendo reconstruidos con minuciosidad son un gran barco con una vela cuadrada «y que probablemente tenía más de una vela», un buey y el palo de un arriero, un hombre desnudo, un ave «que debería ser un águila pero parece más un pollo» y motivos vegetales con frutos amarillos. Vestigios de decoración romana que una vez reconstruidos sumarán unos cinco metros de longitud, de los 32 que debía haber en origen en esta mansio.

Luchar contra las riadas

El hallazgo de este antiguo hotel también ha permitido conocer cómo los romanos se enfrentaban a la naturaleza en una zona problemática, encajada entre la montaña y un río muy irregular, el Segura. Así, todo el hotel aparece rodeado por un gran malecón, de unos 5 metros de anchura y quebrado «para restarle fuerza al agua de las avenidas», que protegía la edificación de las grandes riadas de las que hay constancia por las excavaciones. Los trabajos arqueológicos han logrado recuperar hasta 50 metros de longitud de este gran malecón, que en opinión de Gonzalo Matilla es «una de las obras hidráulicas más importantes del sureste español».

A esta obra defensiva se suma el hallazgo de un castellum -una especie de depósito para la distribución de aguas potables, probablemente provenientes de pluviales, de 4 metros de profundidad- y un canal de 1,5 metros de fondo por hasta 3 metros de ancho que repartía el agua por las instalaciones y que se recuperará en el futuro proyecto de museo del Balneario.

También restos árabes, quienes redescubrieron las termas tras siglos de abandono, han salido a la luz en estos trabajos. Así, una aceña del siglo XII-XIII -la noria más antigua de todo el Valle de Ricote-, ubicada en la misma zona del castellum, debía de servir para extraer ese agua. Según el director de la excavación, «sería una noria de rosario y hemos encontrado hasta 150 cangilones, casi todos fragmentados porque eran de cerámica, que fueron utilizados en esta noria». Otra infraestructura de abastecimiento que se recuperará próximamente y se pondrá en uso.

Junto al hotel también se ha encontrado un horno para la elaboración de material constructivo, ya que en sus inmediaciones se han hallado tejas con el sello del alfarero, una de las cuales se exhibe de momento en la recepción de la galería termal, así como restos de columnas toscanas, cuyas basas estuvieron estucadas.

Hasta una tumba de una mujer de entre 20 y 25 años y probablemente de gran importancia, enterrada por algún rito cristiano, amortajada con vendas y datada alrededor del siglo IV ha aparecido en mitad del patio del hotel romano, una caja de sorpresas que no deja de desvelar retazos de historia escasamente documentados.

En toda esta zona, que será el nucleo central del futuro museo que los propietarios del Balneario de Archena tienen proyectado construir, también se recreará un jardín de la época. Un trabajo basado en el estudio científico de los restos vegetales encontrados. Así, el futuro jardín estará poblado por olivos -no en vano en las inmediaciones del hotel hay restos de lo que parece una antiquísima almazara-, además de vegetación de ribera y mediterránea como madroños, álamos, fresnos, pinos alepensis, granados o ciruelos.

El primitivo acceso

Quizá menos espectacular para los visitantes, que no podrán disfrutar en toda su intensidad los restos, pero igualmente espectacular ha sido el hallazgo de lo que parece el primitivo acceso al balneario y la zona de vestuarios. Unos muros de hasta 3 metros de alzado que configuran lo que en opinión del arqueólogo Gonzalo Matilla sería la entrada al balneario romano.

Unos restos en pleno corazón termal, junto al nacimiento de las aguas, y sobre el que en el siglo XIX se construyó un canal para enfriar el agua, que brota a 52 grados de la tierra, y que aún está en uso. «Esta debía ser la zona noble del balneario porque ha aparecido una enorme cantidad de material constructivo», ilustra Matilla, que cuenta entre los hallazgos columnas toscanas de hasta 5 metros de altura, una inscripción votiva pidiendo la curación de Mucia, restos de capiteles, losas de pavimento calizo de grandes dimensiones (1,5x2,5 m.) y hasta lo que parece una sauna del siglo XVIII.

Unos descubrimientos que permiten conocer la ubicación de la primera piscina, a los pies de la actual puerta de acceso al nacimiento de las aguas termales y que añaden belleza a un centro que ya era una joya arquitectónica en sí misma.

Un esfuerzo titánico

Propietarios del Balneario de Archena desde que en 1944 Nicasio Pérez Galdo se lo adquiriese a la marquesa de Perinat, Juan Lloret, nieto de Nicasio y uno de los dueños y conservador del museo, tiene claro que es importante «tener todo el hilo de la historia desde el principio hasta nuestros días y, además de la lápida y la columna, no había ningún resto arqueológico». Por eso han decidido tirar la casa por la ventana y han insistido en seguir excavando para encontrar toda la historia que la tierra ha ocultado y conservado hasta nuestros días.

Hasta dos millones de euros, de los que 500.000 euros ya se han consumido, invertirá Balneario de Archena SA en concluir las excavaciones, restaurar los restos y construir el museo y musealizar los restos encontrados para disfrute de los clientes del balneario y de los amantes de la historia.

Fuente: La Verdad

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