22 febrero 2006

Italia reclama sus tesoros robados.

La Justicia ha destapado el sistema ilegal por el que miles de obras de arte han acabado en EE UU. Acosados por las pruebas, los museos Getty y Metropolitan empiezan a devolver parte de estas piezas.

Un policía italiano observa una valiosa vasija saqueda por los 'tombaroli'. / REUTERS

Robar piezas de arte romano, griego y etrusco en Italia ha sido durante décadas como ir a coger setas. Como el saqueador de pirámides, los 'tombaroli' se dedican a desenterrar tesoros en los descampados o a rapiñarlos en excavaciones para malvenderlos. Mejor dicho, para ellos es un buen negocio lograr unos miles de euros por una escultura. Lo que pasa es que esa misma pieza terminaba en un museo de Estados Unidos por unos millones de dólares. Un paleto de las afueras de Roma no puede presentarse en Nueva York a vender pedruscos, pero sí un prestigioso entendido de arte, tras las oportunas y provechosas maniobras para darle un maquillaje legal a la operación.

Este fenómeno era un secreto a voces, pero constituía un sistema difícil de desenmascarar. Hasta ahora: el Gobierno italiano ha conseguido sentar en el banquillo a una famosa ex dirigente del Getty Museum de Los Angeles, Marion True. Esta conservadora, de 56 años, directiva del centro hasta el año pasado, está acusada de haber comprado unas 30 obras a sabiendas de su origen delictivo. Lo que ha salido a la luz es una novelesca trama de marchantes y coleccionistas que demostraría la compra ilegal de muchos objetos exhibidos en grandes museos de EE UU.

Tras la arrogancia inicial, el Getty ya ha reculado y ha empezado a devolver piezas. Pero aún se le piden algunas de sus propiedades más famosas, como la 'Venus de Morgantina', del siglo V a.C., y un atleta de bronce hallado en las aguas del Adriático y atribuido al griego Lisipo. En el proceso iniciado en noviembre en Roma la lista de reclamaciones al Getty es de 42 obras.

Beneficios millonarios.

Tras ver que la cosa va en serio, el pánico legal ha sacudido al mundillo del arte. El Metropolitan de Nueva York acaba de anunciar la semana pasada, tras ver «pruebas convincentes», que también devolverá algunas de las ocho piezas que se le exigen. El martes llega a Roma su director, Philippe de Montebello, para negociar con el ministerio de Bienes Culturales. «Italia ya no es tierra de saqueo», ha anunciado el ministro, Rocco Buttiglione, que ha cerrado acuerdos con EE UU que han permitido recuperar ya 180.000 piezas.

En la repentina buena disposición del Metropolitan tiene algo que ver la amenaza de Roma de suspender los préstamos artísticos italianos, imprescindibles para cualquier museo. Pero la lista de centros involucrados sigue: al Fine Art de Boston se le piden 22 piezas, una al Princeton Cleveland y al Toledo Museum. También están dos museos japoneses, el Ny Carlsberg de Copenhague, que tendría seis objetos, y el de antigüedades de Munich, con dos.

El caso de los objetos que restituirá el Metropolitan, la vajilla de plata de Morgantina y el jarrón griego de Eufronio, es de libro. Unos mangantes robaron el jarrón en 1971 de un yacimiento y lo vendieron por 80 millones de liras, unos 5.000 euros. El amo del tráfico de arte en Italia, Giacomo Medici, mostró una fotografía 'polaroid' del hallazgo a Robert Hecht, marchante norteamericano afincado en Europa, y éste le desembolsó 100.000 dólares.

En 1972, Hecht le sacó un millón al museo neoyorquino, que vendió su colección de monedas para pagar el jarrón. Con las 15 piezas de plata de Morgantina, el mismo lugar en el que fue robada la Venus del Getty, ocurrió igual: desaparecidas en 1978 de unas excavaciones de Sicilia y pagadas a los 'tombaroli' con 1.000 dólares, fueron compradas por el Metropolitan por 2,7 millones en 1981.

El abuelito y el 'play boy'.

Estos dos personajes, Giacomo Medici y Robert Hecht, que representan los dos escalones intermedios entre el ladrón y el museo, aparecen en casi todos los trapicheos. Medici, de 63 años, ya fue condenado a 10 años en 2004, y Hecht está imputado en el proceso de Roma junto a Marion True. A sus 87 años, en la sala parecía un agradable abuelito.

La cuarta sesión tuvo lugar el pasado jueves. «A ver, ¿quién es ese señor que vemos ahí?», le preguntaba el juez ante una diapositiva. En la imagen, un individuo con aspecto de 'play boy', bronceado y con un polo amarillo, posaba al lado de un gran plato griego. Era Giacomo Medici y la pieza, entonces recién desenterrada, está ahora en el Getty. Es una de las miles de 'polaroid' descubiertas en un depósito del puerto franco de Ginebra en 1995, junto a 4.000 objetos envueltos en papel de periódico en cajas de fruta italianas.

Este formidable zulo del tráfico internacional de arte es el que ha destapado la red. Las fotos servían para mostrarlas a los compradores y probar el origen auténtico de las piezas. El fiscal del caso, Paolo Ferri, ha reconstruido el sistema para introducirlas en el mercado: a través de las casas de subasta. Medici ofrecía las piezas a Sotheby's, a veces a Christie's, a través de una sociedad creada al efecto, y se las compraba él mismo. De ese modo obtenían un sello legal de compra y ya podía revenderlas. Por supuesto, ni los museos ni las casas de subasta han imaginado nunca que el origen de las piezas podía ser ilegal.

Fuente: El Correo Digital.




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