POR NURIA PÉREZ CAMPAÑA
Dos torres que simulan la entrada a un antiguo pueblo ibérico y que reproducen la muralla de Castellet de Banyoles de Tivissa (Tarragona), flanquean el inicio de la exposición «Íberos.
Nuestra civilización antes de Roma», que ayer abrió sus puertas en la Plaza del Arenal de Dos Hermanas. Una reproducción a tamaño real de la Gran Dama Oferente del Cerro de los Santos (Albacete), que despertó a finales del siglo XIX el interés por la cultura ibérica en Europa, da la bienvenida al visitante. El recorrido por la muestra es todo un acontecimiento arqueológico que permite descubrir a una civilización repleta de misterios que pobló el arco mediterráneo de Andalucía al Languedoc hace más de 2.500 años, y antes de que fuera absorbida por la poderosa Roma. Ya en 1997, la Obra Social Fundación «La Caixa», que organiza el evento, presentó por primera vez «Los íberos, príncipes de Occidente», una visión de conjunto de la cultura ibérica enmarcada por su asentamiento en el Mediterráneo antiguo. Ahora, esta muestra, que estará abierta hasta el próximo 6 de marzo, nace, según fuentes de la organización, «como consecuencia de aquel proyecto y con la voluntad de mostrar una visión actualizada del mundo ibérico».
Nuestra civilización antes de Roma», que ayer abrió sus puertas en la Plaza del Arenal de Dos Hermanas. Una reproducción a tamaño real de la Gran Dama Oferente del Cerro de los Santos (Albacete), que despertó a finales del siglo XIX el interés por la cultura ibérica en Europa, da la bienvenida al visitante. El recorrido por la muestra es todo un acontecimiento arqueológico que permite descubrir a una civilización repleta de misterios que pobló el arco mediterráneo de Andalucía al Languedoc hace más de 2.500 años, y antes de que fuera absorbida por la poderosa Roma. Ya en 1997, la Obra Social Fundación «La Caixa», que organiza el evento, presentó por primera vez «Los íberos, príncipes de Occidente», una visión de conjunto de la cultura ibérica enmarcada por su asentamiento en el Mediterráneo antiguo. Ahora, esta muestra, que estará abierta hasta el próximo 6 de marzo, nace, según fuentes de la organización, «como consecuencia de aquel proyecto y con la voluntad de mostrar una visión actualizada del mundo ibérico».
Esta vez, bajo reproducciones científicas de obras de arte, piezas singulares como recursos museísticos, proyecciones audiovisuales, maquetas y escenografías ambientales de la vida cotidiana de los íberos que acercan al público desde las relaciones que mantuvieron con fenicios y griegos, la importancia de la agricultura y el comercio o las incógnitas que envuelven la desaparición de su lengua.
Comisariada por el arqueólogo Lluís Batista, la exhibición distingue recreaciones contextuales que descubren la historia, su organización militar y las formas de gobierno, el quehacer diario, la escritura y el comercio, el urbanismo y la arquitectura junto a la religión y el mundo funerario.
Para introducir al público en la «ruta ibérica», se despliega una proyección audiovisual que relata el contexto geográfico y cronológico en el que se desarrolló esta cultura, sus antecedentes, influencias externas y las invasiones que sufrieron. A través de un mapa, se marcan los principales poblados manifiestos hasta el momento distribuidos a lo largo de la costa mediterránea y de la zona meridional de la península, pasando por Andalucía, Murcia, Valencia, Aragón y Cataluña hasta el sudeste de Francia.
Son muchas las curiosidades de los espacios que simulan escenas del día a día, con utensilios de labores agrícolas, ganaderas o textiles, y sus avances con la metalurgia del hierro y del torno cerámico. Una copia de un molino rotatorio, al lado de ánforas de boca plana para el transporte de aceite, vino y cereales, contrasta con la instalación de un telar de bastidor y objetos de la vida rural.
Urbanismo en el siglo III
Mientras, las inscripciones halladas en vasos, monedas, plomos o piedra dan a conocer algunas palabras del íbero, una lengua preindoeuropea de un grupo muy antiguo del que no quedan vestigios en lenguas conocidas, según señalan fuentes de la organización. «El alfabeto ibérico estaba formado por unos signos que representaban letras y otros que representaban sílabas. Paradójicamente, conocemos el sonido de la grafía ibérica pero no su sentido», explican las mismas fuentes. También las monedas trasladan al público que existía un comercio consolidado a partir del siglo III, aunque las primeras sean puras imitaciones de las griegas o las fenicias de otras colonias como Marsella.
Mediante maquetas se desvela además la ordenación urbanística de por aquellos entonces, encajada en murallas y sistemas defensivos. A lo largo de la muestra se ejemplifican los poblados de Puente Tablas en Jaén, Tejada Vieja en Huelva, y Puig Castellar en Barcelona, junto a otras de palacios y templos.
De gran impacto visual, se alza a tamaño real una vivienda ibérica, una casa rectangular edificada con adobes y cubierta con techo plano. No menos interesante son los espacios funerarios que muestran el proceder de los íberos para con sus difuntos a quienes incineraban con sus pertenencias sobre leña. Los restos no consumidos eran purificados mediante el rito del lavado e introducidos en una urna de cerámica que se depositaba en el interior de la tumba. Eso sí, como excepción figura la estatua de la Dama de Baza (Granada), cuyos huesos quemados fueron introducidos en un orificio excavado de su trono. Es la imagen funeraria expuesta junto al ajuar en la exposición que comparte escenario con otras dos piezas a escala real y reconocidas de la cultura ibérica: la Dama de Elche (Alicante) y la Bicha de Balazote (Albacete).
Fuente: ABC
Fuente: ABC
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