«¿De dónde es usted?», pregunta el único empleado que se ocupa del control de entrada. «Bueno, me basta con que me diga su código postal». Para reservar las entradas en la Alhambra se solicita el nombre de la persona que las compra y su D.N.I. Para acceder al Conjunto Arqueológico de Itálica sólo es necesario decir tu código postal en la puerta.
No hay que pasar ningún escáner ni a la entrada ni a la salida. «Le doy este folleto, pero, por favor, no lo tire usted por ahí», dice el vigilante. Poco después se entiende por qué. Son las ocho y media de la mañana, hora de apertura del recinto, y el anfiteatro está minado de papeles por todos sus rincones. No es lo más grave. Si se sigue el recorrido propuesto por la señalización, tras pasar la muralla y el edificio de la Exedra se llega a la Casa de Neptuno, famosa por su imponente mosaico, una obra del siglo II sobre la que descansa un pie de plástico para una sombrilla. Una niña que visita el conjunto con sus padres muestra su sorpresa: «¿Eso qué es, papá?». «Eso es para que le dé la sombra a Neptuno, que tiene mucha calor».
Un poco más arriba, en la Casa de los Pájaros, la camiseta sucia de un niño que debió haber estado por allí algunos días antes cuelga de la valla. Una valla noble, eso sí, no como la verja de alambre que protege el Traianeum, junto al que se sienta otro vigilante. En el camino hasta este punto exacto hay algo que llama la atención de todos los visitantes: la altura de lo cardos, totalmente quemados por el sol. El vigilante se confiesa: «Eso estoy yo harto de decirlo, que es un peligro. Como haya un fuego se arma aquí la marimorena, porque eso arde mucho y se lo lleva el viento, y como lleguen las llamas a los árboles del principio...». Algunas zonas han sido segadas, pero otras presentan un aspecto poco estético para tratarse de un yacimiento romano de esta magnitud. «Han empezado a segar hace unos días con una máquina, pero sólo una parte», detalla el guarda.
No hay audioguías
Mientras termina de contar los entresijos del mantenimiento que tiene el conjunto, una señora se le acerca y le pregunta que dónde se alquilan las audioguías. El vigilante, con tono conciliador, da la noticia: «No tenemos». Hay audioguías hasta en el Museo Picasso de Málaga. Pero en Itálica, segundo conjunto monumental más visitado de Andalucía, no hay espacio para la tecnología. La única fórmula a la que puede acogerse el visitante para ser guiado por el recinto es la que se ofrece los sábados por la mañana. Hay que llamar a un teléfono y apuntarse en una lista. Pero hay que hacerlo con mucha antelación, porque si se agota el cupo no podrá hacer la visita guiada hasta la siguiente semana.
Y si desde el punto de vista de la conservación y el mantenimiento del conjunto la situación es ésta, desde la perspectiva turística las cosas son parecidas. En la Oficina de Turismo de Santiponce, a donde hay que llamar para organizar el viaje a Itálica según indican en el Patronato de Sevilla, la azafata que descuelga el teléfono explica que no hay ningún autobús turístico que llegue hasta la zona y da las siguientes indicaciones al interesado: «Tiene que ir usted a la estación de Plaza de Armas de Sevilla y coger el autobús de línea de Santiponce, que sale cada media hora los días entre semana y cada hora los fines de semana. Una vez que llegue al pueblo tiene que bajarse en la cuarta parada, que está justo delante de la entrada a Itálica». En Medina Azahara, un autobús turístico del Consorcio de Turismo de Córdoba hace un recorrido diario hasta el Conjunto Arqueológico. La salida desde Córdoba es a las 11 de la mañana, con dos puntos de recogida: la Avenida del Alcázar y el Paseo de la Victoria. El autobús vuelve a Córdoba dos horas después de su llegada al yacimiento omeya.
Pero lo más preocupante es el dato que ofrece el empleado de la puerta a la hora de la salida: «De aquí se ha llevado la gente un montón de cosas de toda la vida de Dios». Lo dice con la misma resignación con la que el visitante abandona la vieja ciudad en ruinas del emperador Adriano.
Fuente: ABC
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