Las excavaciones en el centro de Chiclana sitúan a la localidad entre las ciudades trimilenarias de la bahía y arrojan luz sobre los periodos 'oscuros' de la historia provincial
Las investigaciones que, desde hace un año, vienen realizándose en el yacimiento arqueológico del Cerro de El Castillo, en Chiclana, han conseguido recabar datos de gran importancia no sólo para dotar de contenido periodos tan relevantes como la prehistoria reciente, la historia antigua y la época medieval de la propia localidad, sino de toda la Bahía de Cádiz.
Según los arqueólogos responsables de la investigación, Paloma Bueno y Juan Cerpa, el reciente hallazgo de un asentamiento fenicio supone «retroceder los orígenes de la localidad en más de dos mil años, e incluirla entre las ciudades trimilenarias de la Bahía». El descubrimiento, que tuvo lugar durante el desarrollo de un Proyecto de Actuación Arqueológica Preventiva de la Consejería de Cultura de la Junta para controlar la presencia de posibles restos arqueológicos en el solar situado en el casco antiguo de Chiclana, ha sido tan «sorprendente» que las investigaciones continuarán próximamente, a pesar de que, en principio, estaban programadas para sólo dos meses.
La sorpresa
«En el lugar esperábamos encontrar parte de lo que fue el primer cementerio relacionado con las primeras iglesias de San Juan Bautista y San Martín», explica Paloma Bueno, pero aparecieron restos fenicios de gran entidad y enorme interés histórico.
El solar se localiza en pleno casco urbano, al sur de la iglesia de San Juan Bautista y ocupa aproximadamente unos 4.000 metros cuadrados. Los hallazgos fenicios se sitúan en la parte alta de un cerro, hoy escondido entre las construcciones modernas, pero sin duda preponderante en la paleografía existente en la antigüedad. «Los diferentes hallazgos realizados hasta ahora apuntan a que el asentamiento se extendería por todo el cerro y descendería por la ladera hacia el río Iro», apunta Juan Cerpa.
El mismo hidrónimo resulta significativo, «si tenemos en cuenta que Ir significa río, y es de raíz indoeuropea, los cual nos indica el origen prerromano del término», recalca.
El hecho de que justo en la desembocadura del río Iro se sitúe el Templo de Melkart, es una razón más que suficiente para considerar la posibilidad de que los fenicios siguieron su curso hasta llegar al cerro de El Castillo y más allá. Para Bueno, «es bastante lógico que un río como el Iro, que debió de tener un amplio cauce, permitiese que las naves, tartesias, fenicias y romanas, navegaran hacia el interior y vararan en algún puerto junto al cerro».
Las catas han permitido sacar a la luz parte de un asentamiento fortificado de época fenicia, cuyo abandono se fecha hacia el siglo VII. a. C. Los restos arqueológicos adscribibles a esta época aparecen en la parte más alta del solar, a medio metro de profundidad. Todo apunta a que el lugar estuvo habitado desde la Prehistoria reciente, al menos desde el Bronce final, ya que «bajo los restos que datamos en el siglo VII a. C. aparecen niveles de ocupación anterior y en el entorno de la zona, vestigios de esa época, como puede ser industria lítica y cerámicas a mano.
La muralla 'de Jericó'
Entre los hallazgos más importantes localizados hasta el momento, destaca una potente muralla de casernas formadas por dos lienzos de muros paralelos. De esta se han exhumado 38 metros lineales aproximadamente. Se trata de una construcción que sigue un esquema oriental, similar a las ciudades orientales como Mozia, Jericó, y las peninsulares de Málaga, La Fontera, Tejada la Vieja o el Castillo de Doña Blanca, en El Puerto.
En el interior de la muralla, se han hallado una serie de habitaciones rectangulares de mediano tamaño que, en ocasiones, se adosan a ésta. Los muros están fabricados con pequeños mampuestos irregulares. La mayoría de los pavimentos se conservan.
Otro descubrimiento de calado es un horno de pan, consistente en una estructura abovedada de arcilla de aproximadamente un metro de diámetro, según un modelo usual en oriente. Junto a él se ha encontrado una gran tinaja que quizá contenía agua, decorado con motivos orientales, «lo que nos hace pensar en un recinto dedicado a la elaboración de este tipo de producto», según Paloma Bueno.
Lo cierto es que los restos constructivos hallados permiten hablar de un concepto de construcción y del urbanismo muy avanzados para la época que hablamos, sin parangón en la provincia. Las técnicas constructivas empleadas, la racionalización y ordenación del espacio, así como la funcionalidad de algunos de los elementos, nos hablan «de la existencia de una ciudad en toda regla».
Este asentamiento, correspondiente a la época turdetana, se encuentra en un lugar claramente estratégico y sigue fielmente los patrones de asentamiento fenicio: junto a la costa, en las aproximaciones de un río y sobre un promontorio. A estos restos, se les sumaron no hace mucho otros de tipología romana, hallados a escasos metros, en el solar de la calle Convento.
Continuación obligatoria
Según explican los arqueólogos, todo ello hace que sea «obligatorio» continuar con las indagaciones, puesto que ambos tienen la seguridad de que en la zona se localiza un asentamiento tipo oppidum.
Mucho ha debido de cambiar el paisaje que vieron los fenicios, pues las transformaciones paisajísticas y medioambientales en esta zona han sido importantes. Una línea de costa diferente a la que vemos hoy, situada más al interior, y una gran bahía en la que desembocaría el río, no muy lejos de donde se sitúa el cerro del Castillo, hoy cegada por los aportes de este río y ocupada por marismas, esteros y caños.
Fuente: La Voz Digital
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