El autor de 'Los cántabros', que recibe hoy en el Ateneo el título de Hijo Predilecto de Cantabria, está convencido de que en la región «nunca se ha valorado suficientemente la importancia del Museo de Prehistoria»
GUILLERMO BALBONA/SANTANDER
Sobre su mesa de trabajo reposan la 'Biblia del Peregrino' y un volumen sobre los 'últimos pastores de los Picos de Europa'. En realidad, podrían citarse muchos otros. Entre el conocimiento, el estudio, la curiosidad y una actividad incesante el investigador Joaquín González Echegaray, uno de los grandes referentes de la vida cultural de la comunidad, sigue construyendo, como el primer día, su particular profundización en las raíces y en la identidad histórica de Cantabria. Sería casi imposible rastrear o explorar los frutos de la arqueología, la historia y la etnografía del último medio siglo sin apoyarse en las obras y reflexiones de Echegaray. Hoy, miércoles, a las 19,30 horas, recibe el título de Hijo Predilecto de Cantabria. A la densa y prolífica trayectoria del veterano historiador y artífice de algunas de las mejores páginas y actuaciones sobre el patrimonio regional, se suma ahora esta distinción que rubrica la trascendencia de 'su labor de investigación, gestión y difusión del patrimonio cultural'. El autor, hace ya 40 años, del 'clásico' 'Los cántabros' refiere aquí su emoción ante este nuevo reconocimiento pero sin que nada le distraiga de su incansable trabajo. Mientras se inquieta ante el hecho de que ciertos campos de las Humanidades estén marginados en la educación, destaca la existencia a la vez de un ánimo e interés indudable y generalizado por saber. Al concluir la entrevista toma entre las manos el manuscrito borrador de su enésimo libro: Una incursión en la 'Historia de la dinastía de los Herodes'.
-¿Este reconocimiento conlleva algo especial en su dilatada y galardonada trayectoria?
-Desde luego. Dentro de Cantabria es la distinción más relevante e importante. No es de una entidad concreta, sino que parte del mismo Gobierno regional que representa a todos los cántabros. También creo que, más que a mi persona, responde a un reconocimiento a la labor a toda una vida en defensa y favor de la cultura de Cantabria. Este es el sentido del galardón y estoy muy satisfecho de recibirlo.
-¿Cuál de las facetas a las que alude el texto del Título está más próxima a su quehacer, o por cuál de ellas siente más querencia?
-Todas ellas convergen en una misma actividad que es esa labor en favor de la cultura cántabra. Me he movido, es cierto, en esas diversas perspectivas del estudio y la investigación, pero no creo que sean diferentes entre ellas, sino complementarias. Por un lado, está el mundo de la arqueología al que he dedicado un tiempo en excavaciones, libros y estudios desde el Paleolítico, y desde el estudio de las cuevas, a la Cantabria de la época romana. También he abordado puntos de la Historia Antigua que se relacionan con esa última etapa de la arqueología; y, finalmente, he desarrollado una labor en el campo de la etnografía, del conocimiento de la cultura popular cántabra, con la creación del museo del que fui director durante algunos años. Es decir, todo ello se sintetiza en un terreno idéntico, es el mismo tema pero analizado desde perspectivas diversas: desde la arqueología y las excavaciones; desde los textos de la historia, y desde lo que ha quedado en el ambiente popular de la región. Tres cosas, en fin, complementarias de una misma realidad.
-¿Conserva la ilusión del primer día?
-Sí, creo que sí, pese a haber pasado ya muchos años. Evidentemente las fuerzas y las posibilidades personales de trabajo son más limitadas, pero la ilusión no se ha perdido.
-En realidad, tras esa diversidad funcional del intelectual y cultural del investigador, ¿cómo se define usted mismo?
-Como un trabajador. Así de sencillo. Es un término que dice de verdad todo lo que he hecho. Ha sido una vida dedicada al trabajo en el mundo de la cultura, especialmente en aquello que conforma el corazón clásico de Cantabria, desde los primeros momentos de la historia hasta su desarrollo posterior, y por eso me considero un trabajador de la cultura en esos ámbitos diferentes de investigación.
-Para forjar una trayectoria como la suya, ¿qué papel juegan factores como la suerte, la experiencia y el estudio?
-Una base de estudio es esencial porque sin el fundamento teórico es imposible desarrollar una labor coherente en el mundo de la cultura. Al estudio teórico hay que añadir la experiencia del trabajo y la colaboración con otras personas, algo que siempre he practicado: el intercambio de experiencias. Por supuesto, finalmente, la suerte juega un papel necesario aunque aparezca de forma secundaria.
-¿Qué nos enseña el pasado?
-Aquí cabe citar aquella máxima de Cicerón: 'la historia es la maestra de la vida'. El pasado nos enseña a comprender el devenir de los pueblos, los problemas con los que se encuentra y sus posibles soluciones. Tiene un papel magisterial, de maestro, en la medida que nos ayuda a comprender ciertas cosas y nos marca una trayectoria. Pero el presente no puede estar condicionado por la historia ni se debe hacer o aplicar un modelo similar a lo que aconteciera hace cientos o miles de años. Debemos estar abiertos al futuro con independencia y con ilusión y no bajo el peso muerto de lo sucedido antes. Pero también es cierto que no miramos suficientemente al pasado. Más que despreciarlo, no lo atendemos como se merece. Si profundizáramos en él lo suficiente, nos ayudaría.
-¿Considera que el hombre está necesitado de una nueva espiritualidad?
-Siempre lo ha estado pero en estos momentos de manera especial. Ahora, por todas las circunstancias que condicionan el presente, se necesita de una carga especial de espiritualidad en todo su significado: desde lo religioso hasta la filosofía, todo lo que suponga una elevación y una profundización en la vida y su significado.
-¿Uno tiene la sensación a veces ante determinados comportamientos que apenas hemos evolucionado y que, tras el revestimiento tecnológico actual, seguimos teniendo sombras del hombre de Cromagnon?
-Es una pregunta muy difícil de responder. Aquel hombre en cualquier caso tenía una altura que no desmerece. Es verdad que la cultura a veces ha conllevado un concepto de vida menos civilizado pero el hombre creo que siempre ha conservado una base espiritual. Lo positivo es que la persona, en cada tiempo y con más o menos condicionamientos culturales, siempre posea un trasfondo que permite su desarrollo.
-¿Qué opinión le merece el éxito y la moda de de los libros que juegan con la historia y los enigmas del pasado?
-Es un fenómeno que responde a un subproducto cultural pero que, a su vez, indica la existencia de una curiosidad e interés por parte de la gente, y eso es positivo. Lo que sucede es que la solución y la respuesta que se dan no están a la altura de la exigencia esencial ni de las inquietudes que demanda la gente.
-¿A qué atribuye el éxito de su libro 'Los cántabros'?
-También es un enigma para mí. Ha ido pasando el tiempo y ha tenido sucesivas ediciones y ha sido objeto de referencias continuas. El éxito no está tanto en el propio libro, creo, como en el interés de la gente por conocer los orígenes de la región y del nombre de Cantabria en la historia. Había una apetencia de saber y el libro llegó en un momento oportuno. El éxito pesa más sobre el lector que sobre el autor.
-¿Aún caben muchas sorpresas o descubrimientos a la hora de abordar la historia de Cantabria?
-Sí, sin duda. Hay mucho hecho ya pero creo que queda también mucho por hacer. Quizás no haya descubrimientos sensacionales, pero de la investigación cabe esperar que llegue a aportar aspectos nuevos que ayudarán a comprender mejor nuestra historia.
-Y ¿cómo valora esa profusión de fantasías y teorías que juegan con enigmas y lanzan hipótesis atrevidas?
-Es un fenómeno que surge y se desarrolla en torno a la investigación y las variedades históricas que ha adquirido la ciencia. Así, siempre hay algo que la rodea, elementos condicionados por la fantasía y ese sensacionalismo que genera factores en torno a un núcleo verdadero. Son esas cosas míticas o fantasiosas que suelen tener éxito y que, de alguna manera, no se pueden evitar. Frente a ellas, lo que debe hacerse es insistir en valorar aquello que en sí mismo tiene fundamento y es fruto de la verdadera investigación.
-Y después de tantos estudios, ¿se atrevería a hacer una definición del cántabro?
-No, no me atrevería aunque en cualquier caso no creo que haya que hablar de algo distinto de lo de los otros pueblos que nos rodean, que son bastante parecidos entre sí, salvo los matices que han conformado la historia. Definirlo supone un problema de otra índole en el que no quiero meterme.
-¿Cree que volveremos a ver y visitar la Altamira original?
-De una manera masiva, como en el pasado, nunca más. De una manera controlada y ordenada es posible. No creo que nadie lo sepa en estos momentos. El resultado de los estudios dirá la permisividad futura del acceso directo a la cueva.
-Más allá de los fastos y lo mediático, ¿cree que el Año Lebaniego deja algún poso?
-Desde el punto de vista religioso se ha hecho una labor, desde el propio monasterio, que quedará en el ánimo de muchas personas. De lo demás, insistiría en el valor cultural de algunas publicaciones y exposiciones que ayudan y contribuyen siempre a incrementar el valor cultural.
-¿Qué nos revela o enseña un beato?
-Un beato más que enseñarnos nos causa un placer: el de la contemplación de una obra de arte. Es una delicia abrir un códice y asombrarse ante la belleza plasmada por aquellas manos siglos atrás. Es un placer espiritual.
-Situémonos ante una hipotética y trascendente excavación en Cantabria, ¿qué le gustaría hallar en ella?
-Lo más inesperado y aquello que me deparara la suerte. Me daría igual si lo hallado fuera a echar por tierra teorías pasadas o las corroborara. Lo importante es ese cariz de lo inesperado.
-Supongo que lamenta la sucesión de dimes y diretes y la indefinición que rodea al futuro del Museo de Prehistoria...
- Mi deseo es que algún día se reconozca la importancia de ese museo, que es extraordinaria. Algo que nunca se ha valorado suficientemente ni en Santander ni en Cantabria. Y deseo también que a partir de ahora ocupe el lugar adecuado y el museo pueda desarrollar la labor cultural para la cual fue fundado en su día por el padre Carballo. Que Cantabria reconozca de verdad la importancia que tiene y se le dé un destino digno de su valor.
Fuente: El Diario Montañés
Sobre su mesa de trabajo reposan la 'Biblia del Peregrino' y un volumen sobre los 'últimos pastores de los Picos de Europa'. En realidad, podrían citarse muchos otros. Entre el conocimiento, el estudio, la curiosidad y una actividad incesante el investigador Joaquín González Echegaray, uno de los grandes referentes de la vida cultural de la comunidad, sigue construyendo, como el primer día, su particular profundización en las raíces y en la identidad histórica de Cantabria. Sería casi imposible rastrear o explorar los frutos de la arqueología, la historia y la etnografía del último medio siglo sin apoyarse en las obras y reflexiones de Echegaray. Hoy, miércoles, a las 19,30 horas, recibe el título de Hijo Predilecto de Cantabria. A la densa y prolífica trayectoria del veterano historiador y artífice de algunas de las mejores páginas y actuaciones sobre el patrimonio regional, se suma ahora esta distinción que rubrica la trascendencia de 'su labor de investigación, gestión y difusión del patrimonio cultural'. El autor, hace ya 40 años, del 'clásico' 'Los cántabros' refiere aquí su emoción ante este nuevo reconocimiento pero sin que nada le distraiga de su incansable trabajo. Mientras se inquieta ante el hecho de que ciertos campos de las Humanidades estén marginados en la educación, destaca la existencia a la vez de un ánimo e interés indudable y generalizado por saber. Al concluir la entrevista toma entre las manos el manuscrito borrador de su enésimo libro: Una incursión en la 'Historia de la dinastía de los Herodes'.
-¿Este reconocimiento conlleva algo especial en su dilatada y galardonada trayectoria?
-Desde luego. Dentro de Cantabria es la distinción más relevante e importante. No es de una entidad concreta, sino que parte del mismo Gobierno regional que representa a todos los cántabros. También creo que, más que a mi persona, responde a un reconocimiento a la labor a toda una vida en defensa y favor de la cultura de Cantabria. Este es el sentido del galardón y estoy muy satisfecho de recibirlo.
-¿Cuál de las facetas a las que alude el texto del Título está más próxima a su quehacer, o por cuál de ellas siente más querencia?
-Todas ellas convergen en una misma actividad que es esa labor en favor de la cultura cántabra. Me he movido, es cierto, en esas diversas perspectivas del estudio y la investigación, pero no creo que sean diferentes entre ellas, sino complementarias. Por un lado, está el mundo de la arqueología al que he dedicado un tiempo en excavaciones, libros y estudios desde el Paleolítico, y desde el estudio de las cuevas, a la Cantabria de la época romana. También he abordado puntos de la Historia Antigua que se relacionan con esa última etapa de la arqueología; y, finalmente, he desarrollado una labor en el campo de la etnografía, del conocimiento de la cultura popular cántabra, con la creación del museo del que fui director durante algunos años. Es decir, todo ello se sintetiza en un terreno idéntico, es el mismo tema pero analizado desde perspectivas diversas: desde la arqueología y las excavaciones; desde los textos de la historia, y desde lo que ha quedado en el ambiente popular de la región. Tres cosas, en fin, complementarias de una misma realidad.
-¿Conserva la ilusión del primer día?
-Sí, creo que sí, pese a haber pasado ya muchos años. Evidentemente las fuerzas y las posibilidades personales de trabajo son más limitadas, pero la ilusión no se ha perdido.
-En realidad, tras esa diversidad funcional del intelectual y cultural del investigador, ¿cómo se define usted mismo?
-Como un trabajador. Así de sencillo. Es un término que dice de verdad todo lo que he hecho. Ha sido una vida dedicada al trabajo en el mundo de la cultura, especialmente en aquello que conforma el corazón clásico de Cantabria, desde los primeros momentos de la historia hasta su desarrollo posterior, y por eso me considero un trabajador de la cultura en esos ámbitos diferentes de investigación.
-Para forjar una trayectoria como la suya, ¿qué papel juegan factores como la suerte, la experiencia y el estudio?
-Una base de estudio es esencial porque sin el fundamento teórico es imposible desarrollar una labor coherente en el mundo de la cultura. Al estudio teórico hay que añadir la experiencia del trabajo y la colaboración con otras personas, algo que siempre he practicado: el intercambio de experiencias. Por supuesto, finalmente, la suerte juega un papel necesario aunque aparezca de forma secundaria.
-¿Qué nos enseña el pasado?
-Aquí cabe citar aquella máxima de Cicerón: 'la historia es la maestra de la vida'. El pasado nos enseña a comprender el devenir de los pueblos, los problemas con los que se encuentra y sus posibles soluciones. Tiene un papel magisterial, de maestro, en la medida que nos ayuda a comprender ciertas cosas y nos marca una trayectoria. Pero el presente no puede estar condicionado por la historia ni se debe hacer o aplicar un modelo similar a lo que aconteciera hace cientos o miles de años. Debemos estar abiertos al futuro con independencia y con ilusión y no bajo el peso muerto de lo sucedido antes. Pero también es cierto que no miramos suficientemente al pasado. Más que despreciarlo, no lo atendemos como se merece. Si profundizáramos en él lo suficiente, nos ayudaría.
-¿Considera que el hombre está necesitado de una nueva espiritualidad?
-Siempre lo ha estado pero en estos momentos de manera especial. Ahora, por todas las circunstancias que condicionan el presente, se necesita de una carga especial de espiritualidad en todo su significado: desde lo religioso hasta la filosofía, todo lo que suponga una elevación y una profundización en la vida y su significado.
-¿Uno tiene la sensación a veces ante determinados comportamientos que apenas hemos evolucionado y que, tras el revestimiento tecnológico actual, seguimos teniendo sombras del hombre de Cromagnon?
-Es una pregunta muy difícil de responder. Aquel hombre en cualquier caso tenía una altura que no desmerece. Es verdad que la cultura a veces ha conllevado un concepto de vida menos civilizado pero el hombre creo que siempre ha conservado una base espiritual. Lo positivo es que la persona, en cada tiempo y con más o menos condicionamientos culturales, siempre posea un trasfondo que permite su desarrollo.
-¿Qué opinión le merece el éxito y la moda de de los libros que juegan con la historia y los enigmas del pasado?
-Es un fenómeno que responde a un subproducto cultural pero que, a su vez, indica la existencia de una curiosidad e interés por parte de la gente, y eso es positivo. Lo que sucede es que la solución y la respuesta que se dan no están a la altura de la exigencia esencial ni de las inquietudes que demanda la gente.
-¿A qué atribuye el éxito de su libro 'Los cántabros'?
-También es un enigma para mí. Ha ido pasando el tiempo y ha tenido sucesivas ediciones y ha sido objeto de referencias continuas. El éxito no está tanto en el propio libro, creo, como en el interés de la gente por conocer los orígenes de la región y del nombre de Cantabria en la historia. Había una apetencia de saber y el libro llegó en un momento oportuno. El éxito pesa más sobre el lector que sobre el autor.
-¿Aún caben muchas sorpresas o descubrimientos a la hora de abordar la historia de Cantabria?
-Sí, sin duda. Hay mucho hecho ya pero creo que queda también mucho por hacer. Quizás no haya descubrimientos sensacionales, pero de la investigación cabe esperar que llegue a aportar aspectos nuevos que ayudarán a comprender mejor nuestra historia.
-Y ¿cómo valora esa profusión de fantasías y teorías que juegan con enigmas y lanzan hipótesis atrevidas?
-Es un fenómeno que surge y se desarrolla en torno a la investigación y las variedades históricas que ha adquirido la ciencia. Así, siempre hay algo que la rodea, elementos condicionados por la fantasía y ese sensacionalismo que genera factores en torno a un núcleo verdadero. Son esas cosas míticas o fantasiosas que suelen tener éxito y que, de alguna manera, no se pueden evitar. Frente a ellas, lo que debe hacerse es insistir en valorar aquello que en sí mismo tiene fundamento y es fruto de la verdadera investigación.
-Y después de tantos estudios, ¿se atrevería a hacer una definición del cántabro?
-No, no me atrevería aunque en cualquier caso no creo que haya que hablar de algo distinto de lo de los otros pueblos que nos rodean, que son bastante parecidos entre sí, salvo los matices que han conformado la historia. Definirlo supone un problema de otra índole en el que no quiero meterme.
-¿Cree que volveremos a ver y visitar la Altamira original?
-De una manera masiva, como en el pasado, nunca más. De una manera controlada y ordenada es posible. No creo que nadie lo sepa en estos momentos. El resultado de los estudios dirá la permisividad futura del acceso directo a la cueva.
-Más allá de los fastos y lo mediático, ¿cree que el Año Lebaniego deja algún poso?
-Desde el punto de vista religioso se ha hecho una labor, desde el propio monasterio, que quedará en el ánimo de muchas personas. De lo demás, insistiría en el valor cultural de algunas publicaciones y exposiciones que ayudan y contribuyen siempre a incrementar el valor cultural.
-¿Qué nos revela o enseña un beato?
-Un beato más que enseñarnos nos causa un placer: el de la contemplación de una obra de arte. Es una delicia abrir un códice y asombrarse ante la belleza plasmada por aquellas manos siglos atrás. Es un placer espiritual.
-Situémonos ante una hipotética y trascendente excavación en Cantabria, ¿qué le gustaría hallar en ella?
-Lo más inesperado y aquello que me deparara la suerte. Me daría igual si lo hallado fuera a echar por tierra teorías pasadas o las corroborara. Lo importante es ese cariz de lo inesperado.
-Supongo que lamenta la sucesión de dimes y diretes y la indefinición que rodea al futuro del Museo de Prehistoria...
- Mi deseo es que algún día se reconozca la importancia de ese museo, que es extraordinaria. Algo que nunca se ha valorado suficientemente ni en Santander ni en Cantabria. Y deseo también que a partir de ahora ocupe el lugar adecuado y el museo pueda desarrollar la labor cultural para la cual fue fundado en su día por el padre Carballo. Que Cantabria reconozca de verdad la importancia que tiene y se le dé un destino digno de su valor.
Fuente: El Diario Montañés
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