Parece que el debate sobre el origen del pueblo etrusco está próximo a su fin. El profesor Alberto Piazza, de la Universidad de Turín –Italia-, ha explicado en la conferencia de la Sociedad Europea de la Genética Humana, que existe una gran cantidad de evidencias que demuestran que los etruscos, cuya brillante civilización floreció hace tres mil años en lo que es ahora la Toscana, eran originarios de la antigua Anatolia (la zona sureste de Turquía).
La cultura etrusca era muy avanzada y diferente a otras conocidas culturas itálicas que habían florecido en el mismo momento. Además, tuvo una gran influencia en el desarrollo de la civilización romana. Sus orígenes han sido debatidos por los arqueólogos, historiadores y lingüistas desde tiempo inmemorial. Del debate surgieron tres teorías: la que creía que eran originarios de Anatolia, -como propuso el historiador griego Herodoto-, otra que sostenía que eran autóctonos de la región y que fueron el resultado de la evolución de la sociedad Vilanoviana de la Edad del Hierro -como sugirió otro historiador griego, Dionisio de Halicarnaso- y, por último, los que decían que venían de la Europa septentrional.
Ahora, las modernas técnicas genéticas han otorgado a los científicos la posibilidad de resolver el puzle. El profesor Piazza y sus colegas estudiaron muestras de tres poblaciones italianas de la actual Toscana: Murlo, Volterra y Casentino. “Ya sabemos que la gente que vivió en este área era genéticamente diferente a aquellos que vivían en las regiones colindantes”, dijo. “Murlo y Volterra son dos ciudades importantísimas arqueológicamente hablando, en una región de la Toscana conocida por tener nombres derivados del dialecto etrusco o de otros locales. La muestra del Valle del Casentino fue tomada en un área que rodea la zona donde la influencia de los etruscos se ha preservado”.
Herodoto tenía razón
Los científicos han comparado las muestras de ADN de hombres vivos y en perfectas condiciones de salud de Toscana, los Balcanes del Sur, la isla de Lemos y las islas Sicilia y Cerdeña. Las muestras toscanas se tomaron en individuos cuyos antepasados habían vivido en la zona por lo menos durante tres generaciones y basándose en los apellidos. Después se compararon con modernos turcos, italianos del sur y poblaciones del centro y este de Europa.
“Mediante este estudio descubrimos que las muestras de ADN de los individuos de Murlo y Volterra tenían mayor relación con las poblaciones del este que con los italianos”, dijo el profesor Piazza. “De hecho, en Murlo, una variante genética sólo se comparte con la población de Turquía y, de las muestras obtenidas, los toscanos sólo muestran una afinidad cercana a los habitantes de Lemos”.
La cultura etrusca nació antes de la Edad de Hierro y murió con el fin de la República romana. Su periplo vital se extiende, por tanto, desde 1.200 a.C. hasta 100 d.C. Las ciudades etruscas más importantes fueron ocupadas continuamente desde la Edad de Hierro. Las personas que vivieron en Etruria no aparecieron repentinamente, ni comenzaron a hablar ese dialecto. Es más, aprendieron a escribir gracias a sus vecinos griegos y así conocieron su lengua. Los arqueólogos y los lingüistas están de acuerdo cuando afirman que los etruscos desarrollaron su cultura y su lenguaje con anterioridad a la fecha en la que ya se puede hablar, con pruebas, de su existencia.
“Pero la cuestión que aún no ha sido respondida, dice el profesor Piazza, es cuánto tiempo duró este proceso entre la pre-historia y la historia.” En 1885 fue hallada una estela del siglo VI a.C. en un lenguaje pre-griego en la isla de Lemnos. Los filólogos, unánimemente, dijeron que el lenguaje utilizado tenía muchas similitudes en su forma, estructura y vocabulario con el de los etruscos. Sin embargo, el nexo de unión genético entre las dos regiones había sido difícil de encontrar hasta ahora.
La teoría de Herodoto, muy criticada por los historiadores que le sucedieron, sostiene que los etruscos emigraron desde la antigua región de Lidia, en el sur de la costa de Turquía, debido a una hambruna. El rey etrusco envió a la mitad de su población a buscar un lugar donde la vida fuera más fácil y mejor, y partieron en barco desde Smyrna, ahora Izmir, hasta que llegaron a Umbría, en Italia.
“Creemos que nuestra investigación se sostiene con pruebas contundentes que demuestran que Herodoto tenía razón”, dice el profesor Piazza, “y que los etruscos, como él sostenía, venían de la antigua Lidia. Sin embargo, para estar completamente seguros buscaremos muestras en otras ciudades de la Toscana y lazos de unión entre los antiguos etruscos y los toscanos de hoy en día. Esto se hará extrayendo ADN de los fósiles, algo que ya se ha intentado antes, pero con malos resultados, ya que la técnica que se debe emplear es muy complicada”.
Fuente: El Manifiesto
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