12 septiembre 2005

Museo Británico muestra tesoros de un imperio olvidado

El Museo Británico de Londres muestra los tesoros de uno de los grandes imperios de la antigüedad, el persa, que tuvo en su día una extensión casi similar al del imperio romano, pero mucho más desconocido.

Bajo el título de "Un Imperio Olvidado: el Mundo de la Antigua Persia" (550 a 330 antes de Cristo), se exhiben por primera vez en Europa piezas fascinantes de los ricos fondos del Museo Nacional de Teherán y de Persépolis junto a otras de diversas colecciones, como la del propio Museo Británico o del Louvre, en París.

Entre ellas figuran artefactos vinculados a Ciro o Jerjes que atestiguan de su poderío, placas ornamentadas que muestran a sacerdotes y sirvientes, además de lujosa vajilla de oro y plata y joyería procedente de las capitales imperiales de Pasagarda y Susa.

Algunas de las piezas más espectaculares como los relieves del palacio de Darío en Persépolis son, sin embargo, réplicas obtenidas de moldes realizados en 1892.

Estos muestran procesiones de oferentes de distintas partes del imperio, combates entre héroes barbados y monstruos o leones atacando a toros.

Los fragmentos de bases de columnas, algunos con garras de leones, dan una idea de la monumentalidad de los edificios que mandaron construir los reyes de la dinastía aqueménida como demostración de su poderío.

La exposición, que estará abierta al público hasta el 8 de enero, repasa las sorprendentes innovaciones que ayudaron a los reyes persas a controlar sus dominios, de cuya vastedad ofrecen testimonio objetos procedentes de lugares tan lejanos como Egipto, el Asia Central o Cáucaso.

Todo ello ayudará al visitante a entender mejor un imperio que duró alrededor de dos siglos en todo su esplendor y tuvo un papel crucial en la transmisión a Occidente, a través de Grecia, de los aportes culturales de Asiria y Babilonia.

Según John Curtis, responsable del departamento de Oriente Medio del museo, el parcial desconocimiento del imperio persa hay que atribuirlo sobre todo a los griegos, que fueron sus enemigos y lo desfiguraron totalmente.

Persia es representada por los griegos como vivero de déspotas y tiranos frente a la democracia y la libertad que caracterizan a Atenas, interpretación totalmente equivocada en opinión del experto británico.

El Cilindro de Ciro, descubierto en Babilonia en 1789 y que forma parte de la colección del Museo Británico, un documento en barro cocido inscrito por ese Gran Rey Persa después de su captura de Babilonia, describe cómo devolvió a sus santuarios las estatuas de los dioses de los pueblos conquistados.

Ciro permitió también el retorno a sus hogares de los pueblos deportados, y gracias a él pudieron, por ejemplo, los judíos regresar de Babilonia a Jerusalén.

Los persas respetaron en gran medida la autonomía de los pequeños estados que incorporaron a su imperio, incluidas las ciudades griegas del litoral occidental de Anatolia, y se contentaron con instalar a gobernantes filopersas y someterlos a tributo.

Para Curtis, los persas no fueron tampoco más belicosos que otros imperios a pesar de las guerras médicas (greco-persas) bajo Darío y su sucesor, Jerjes, aunque el relato que hicieron de ella Heródoto y otros historiadores griegos contribuyeron a presentarlos así.

Todo el mundo recuerda hoy a los heroicos griegos, que gracias a la astucia de Temóstocles y a la movilidad de su flota nával, lograron infligir una fuerte derrota a la armada persa, o la batalla de Maratón, de 490, ganada también por los griegos.

Por culpa de esa versión partidista, los persas han pasado a la historia como un imperio bárbaro cuando el aqueménida fue, por el contrario, un imperio tolerante.

Aunque se cree que sus reyes eran seguidores de la religión fundada por Zoroastro, permitieron, sin embargo, que floreciesen las religiones locales en las distintas partes de un imperio que en su momento de mayor esplendor se extendía desde el norte de Africa hasta China y la India.

Un imperio al que Alejandro el Magno asestó un golpe definitivo cuando en 331 antes de Cristo invadió Persia, derrotó a las huestes de Darío III, y prendió fuego a los magníficos edificios de su capital, Persépolis, en lo que algunos han visto un acto de venganza por la destrucción de la acrópolis de Atenas por Jerjes.

Fuente: http://noticiero.venevision.net/index_not.asp?id_noticia=20050908001358&id_seccion=58

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