02 noviembre 2006

El oro líquido de la Bética.

Gran parte del aceite que llegaba a Roma procedía de las villas antequeranas que estuvieron en uso desde los siglos I y II d. C. hasta bien entrado el VI.

Málaga. Ha quedado documentado por el geógrafo Estrabón que la Bética exportaba, ya en época de Augusto, una gran cantidad de trigo, vino y aceite. De hecho, el monte Testaccio (un montículo creado con los cascotes de las ánforas desechadas) atestigua que desde la Bética llegó aceite a Roma suficiente para abastecer durante los tres primeros siglos de nuestra era a una población de un millón de habitantes. Esto demuestra la importancia que tuvo esta industria en la provincia. Y la gran cantidad de yacimientos encontrados en la comarca de Antequera prueban que ésta fue uno de los centros principales de la producción oleícola, según afirma un estudio del arqueólogo municipal de Antequera Manuel Romero.

Diversas prospecciones e intervenciones de urgencia llevadas a cabo en los últimos años en la comarca malagueña muestran que las villas dedicada a la producción de aceite estuvieron en activo desde los siglos I y II después de Cristo hasta bien entrado el VI. Según el estudio de Romero, la proliferación de estas factorías atestiguan también la gran extensión de territorio dedicado al olivo, "incluso en zonas que hoy ha desaparecido por completo", escribe el arqueólogo. En la Bética, se destinaban unas 12.000 hectáreas para abastecer el consumo de la capital del imperio.

La distancia entre las tierras antequeranas y el Puerto malagueño podía ser salvada en una jornada gracias al transporte de carretería. Por ello, el aceite se trasladaba en envases como odres de cuero y una vez en Malaka se envasaba en la ánforas fabricadas en el entorno inmediato. Estos recipientes contaban con un sello que hoy permite a los investigadores conocer la procedencia del producto.

El yacimiento arqueológico de Gallumbar en Antequera ofrece una perfecta guía para conocer el sistema de producción del aceite hace casi veinte siglos. Según Manuel Romero, la villa se encuadra cronológicamente entre el segundo cuarto del siglo I d. C. hasta finales del siglo II d. C. La producción y elaboración del aceite constituía la principal actividad de este lugar, aunque "probablemente se compaginara con otro tipo de faenas agrícolas e industriales", dice el arqueólogo, que añade que "en Gallumbar se encuentran todos y cada uno de los elementos necesarios para obtener aceite correctamente".

Una vez recogido el fruto y transportado a la villa, se depositaba en una cela olearia, una habitación destinada al tratamiento inicial de la aceituna en la prensa, consistente en un primer almacenaje y una eliminación previa de alpechín. En el trapetum y la mola olearia se procedía a la separación del hueso de la pulpa de la aceituna y el ablandamiento del fruto. El canalis servía para facilitar la limpieza del trapetum y para almacenar los huesos, que tenían aplicaciones medicinales y servían como combustible.

La aceituna molida debía de pasar a una prensa llamada torcularium. Cuando se acababa este proceso, el aceite se vertía en un depósito para reposar un tiempo prudencial. El líquido que se encontraba en la parte superior –las impurezas se iban depositando en el fondo de la pileta– se refinaba pasando por una serie de recipientes. Una vez terminado el proceso, se envasaba y se llevaban a los diversos alfares de la costa.

Asegura el arqueólogo en su estudio que el panorama en la provincia de Málaga no presenta grandes diferencias con el resto de la Península. Destacan las villas de Manguarra y San José en Cártama, Aratispi en Villanueva de Cauche, la del Bajondillo en Torremolinos, una villa en Cuevas del Becerro y otra en la ciudad antequerana de Singilia Barba.

Fuente: Malaga Hoy.

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